Vigilar el poder, mapear el placer y habitar Medellín

PALIMPSESTO PARA UN FANTASMA DE TRES CARAS

 

Cuando me vaya

cuida de mi tumba

saltamontes

Issa Kobayashi

 

 

Para nosotros, todo está en nuestro concepto de mundo; modificar nuestro concepto del mundo significa modificar el mundo para nosotros, es decir, significa modificar el mundo, porque nunca será, para nosotros, sino lo que es para nosotros. ¿Insurrección? ¿Cambio? Lo que quiero de verdad, con toda la intimidad de mi alma, es que cesen las nubes átonas que enjabonan de gris el cielo; lo que quiero es ver cómo el azul empieza a surgir entre ellas, verdad segura y clara, porque nada es y nada quiere.

 

Se sabe que si no hubiera imperfección en el mundo, habría una cosa menos, y debe haber muchas cosas para tener mucho mientras vemos y oímos… y no obstante de ser creadores, tal parece que nada quitamos y nada ponemos; pasamos y olvidamos; y el sol es puntual todos los días. Además, no estoy de acuerdo conmigo pero me perdono: porque pido en demasía y querer más es perderlo y ser infeliz. Eso es natural, más natural que adorar al sol y después a Dios y después a todo lo demás que no existe.

 

También aprendí que la única misión en el mundo es ésta: existir claramente y saber hacerlo sin pensar en ello. Y muchas veces procuro desnudarme de lo aprendido, procuro olvidarme de la forma de recordar que me enseñaron y raspar la tinta con que pintaron mis sentidos; desencajonar mis emociones verdaderas, desenredarme y ser yo, no Víctor Raúl Jaramillo, sino un animal humano que la Naturaleza produjo.

 

Cuántas veces, bajo el peso de un hastío que parece locura, o de una angustia que parece ir incluso más allá, me detengo, dudando, antes de rebelarme; dudo, al ponerme en pie, antes de divinizarme. Dolor de no saber qué es el misterio del mundo, dolor de que no nos amen, dolor de que sean injustos con nosotros, dolor de que la vida nos resulte un peso asfixiante y que aprisiona, dolor de muelas, dolor de zapatos apretados.

 

Hay momentos en que nos equivocamos y otros en que estamos enfermos, aunque procuremos conservar lo que sentimos. Yo, por ejemplo, cuando quiero reír, río; cuando quiero llorar, lloro; cuando debo enfurecerme, lo hago; pero intento no entrar en el escándalo. Por demás, tengo la fuerza suficiente para exigir y que se me cumpla. Sin embargo, yo también soy un hombre frágil que luego será, efectivamente, una pura nada. Y ya no habrá abatimiento ni alegría alguna para lo que fui.

 

Considerar nuestra angustia más profunda como un incidente sin importancia, no sólo en la vida del universo, sino en la de nuestra propia alma, es el principio de la sabiduría. En el momento en que sufrimos, parece que el dolor humano es infinito. Pero ni el dolor humano es infinito, pues no hay nada humano infinito, ni nuestro dolor vale más que el ser un dolor que sentimos nosotros.

 

Feliz, pues, quien no piensa, porque realiza por instinto y destino orgánico aquello que todos nosotros tenemos que realizar por desvío y destino inorgánico o social. Feliz quien más se parece a los brutos, porque es sin esfuerzo lo que somos todos nosotros a través de un trabajo impuesto; porque sabe el camino de casa, que nosotros no encontramos sino con atajos de ficción y regreso; porque enraizado como un árbol, es parte del paisaje y, por tanto, de la belleza y no, como nosotros, mitos del panorama, figurantes con trapos vivos de la inutilidad y el olvido.

 

Por eso, cuando encontramos momentos de serena calma, instantes de desbordada despreocupación, es cuando somos inducidos a darnos cuenta que hay que aprender a escuchar, permanecer atentos. Que la vida y su combustión desaforada nos quitan la paciencia. El poder ir paso a paso. Si nos sentamos para estar sentados, no pensando en que debemos hacer algún deber; si vemos el mundo como lo que es, la poesía nos visitará. Y recuerda que la poesía habla en el momento menos esperado. Será tuya y de quienes la escuchen sin la presión de hacerla una realidad. ¿Y la vida? Ah, la vida es un poema que nadie podrá autenticar fuera de quien la haya vivido. Mas no prestes atención, quizá aquí se esté abriendo la fuga de un error.

 

NOTA: el texto se cruza entre cursivas (Pessoa) y mis palabras. Los libros de los que se extrajeron las palabras del poeta portugués, son El Libro del Desasosiego y los poemas de Alberto Caeiro. La versión de las palabras de Pessoa, son mías. V.R.J.

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