Vigilar el poder, mapear el placer y habitar Medellín

… Pero eso era Antes

Nada más conveniente que la obscuridad para ser jóvenes. El retomar la noche para los juegos y el deseo es sin duda la manifestación más dulce y verosímil de estos pelados de Ituango. Andábamos recogiendo historias y nos encontramos con alegrías y anhelos totalmente alejados de agarrar un fusil, de luchar contra el otro –pero sí de luchar con el otro–, de camuflarse y de dejarse agobiar por esa cruz de dolor que algunos aún cargan. Caminábamos y nos dejábamos perder en medio de estos asfaltos coloridos, del milo frío y los pandebonos, de las artesanías de sus gentes, de los cigarros en sus parques y del café en una carpita del peatonal. Por un momento, con ese milo frío, logramos viajar con ellos a ese lugar en donde se vuelven sustanciales sus vidas.

Visitamos la Biblioteca y la Casa de la Cultura del pueblo en la tarde del lunes, nos reunimos con Marcela, María Eugenia, Edeison y Karla, personas que creen que desde lo colectivo puede haber una reestructuración y dignificación del territorio, que creen que hay una fuerza mayor que los ha dejado a un lado de la guerra; sus sueños. Nos desprendimos de bolsos y demás cargas para dejarnos acoger muy amablemente de esta comunidad, pues también creemos en que la mejor forma de hacer resistencia es articulándonos a esos procesos y dinámicas con las que conviven día a día.

Hoy me doy cuenta de que hay varias formas de estrellarse durante la existencia, qué bueno que me encontré con una que es espléndida. Jamás creí encontrarme con unas aceras rebosadas de sonrisas, sin el miedo de un disparo, pero con el miedo de dejar de amar, sin el miedo por un uniforme, por un símbolo, pero con el miedo de dejar a su gente atrás, sin el miedo a caminar de noche, pero con el pavor de volver a dejarlo de hacer. Tal vez, es el momento perfecto para llegar allí, y hablo de mí, pues buscaba una razón tangible y convincente para creer en lo importante que es traer desde el cuerpo la paz. Estábamos cerca de encontrarnos, de leernos, a sólo cuatro horas y media.

Nos colmaron las buenas energías de Ituango, ahora llegamos a Medellín a pensarnos el ¿Cómo articular propuestas para una reconstrucción esencial del territorio? No sólo hablando de las tierras o las calles… también debemos involucrar a la gente, cada cuerpo es un territorio, y desde nuestra forma de expresarnos podemos convertirlo en paz o en guerra. El viaje nos deja entrever la concordancia que tiene esa idea de que los jóvenes no podemos seguir yendo a combatir una guerra que no es nuestra, debemos estar creando en los espacios más recónditos de las comunidades, con una crítica clara por la forma de actuar que tiene la sociedad, pero también valorando la manera en que la habitamos.

Ahora ya no hay mucho que contar, pero con cariño y admiración quedamos con el compromiso de volver a visitar pronto este pueblo, de adentrarnos y reconocer más experiencias de vida que han marcado y subsistido allí, obviamente desde el amor y el convencimiento de que otra forma de morar para los y las jóvenes es posible. Amigos y Amigas de Ituango, nosotros, al igual que ustedes, tenemos ganas de paz.

Yorkeen

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