Vigilar el poder, mapear el placer y habitar Medellín

Ser viuda y no morir en el intento

Emma Goldman afirmaba que “matrimonio y amor eran términos antagonistas”. El matrimonio suele ser simplemente un acuerdo económico que bajo el slogan familia (entiendase heteronormada) garantiza la relación, producción – consumo, útil al sistema capitalista, que obtiene tantos beneficios de esto, que todavía mujeres y niñas son obligadas a casarse bajo el amparo de las religiones, los gobiernos y los organismos que dicen “velar” por los derechos humanos.

Hoy no hablaremos de matrimonio, pero el tema que abordaremos es uno de los efectos del mismo.

El 23 de junio se conmemora el día por las mujeres viudas, al saberlo nos hizo gracia. Seguro que para muchas se puede convertir en una celebración, está bien… no es necesario que lo reconozcamos del tirón, pero sin duda, muchas mujeres descansan con la muerte de su mala pareja y como diría la canción “vuelvo a vivir, vuelvo a cantar…”.

El caso es, que pasada la risa, reflexionamos en torno a la viudez de muchas mujeres y la manera como la viven. Algunas se ven sumidas en condiciones de precariedad, dado que pueden ser víctimas de aislamiento, violencias, perdida de sus viviendas, tierras y discriminaciones justificadas en leyes y costumbres.

En la India, cuando una mujer enviuda pierde su condición de persona y se ve obligada a abandonar la familia y vivir en la marginalidad. Muchas son desterradas a Vrindavan, conocida como la ciudad de las viudas y que alberga a más de 15 mil mujeres. Allí son rapadas, pasan a vestir saris blancos, muchas son encerradas, todo esto justificado en que no sean una tentación para los hombres y despierten su apetito sexual, la mayoría deben dedicarse a la mendicidad, se sabe que las más jóvenes pueden ser explotadas sexualmente para beneficio económico de quienes controlan los Ashram.

A su vez, en Colombia, las mujeres que han enviudado en el contexto del conflicto armado, se han visto obligadas a abandonar sus viviendas y modo de vida, huyendo hacia las ciudades, la mayoría en compañía de niñas, niños y personas mayores. Y para sobrevivir deben desempeñarse en labores mal remuneradas, sin ningún tipo de garantías y en condiciones de precariedad. Estos hechos perpetuán la feminización de la pobreza, que no es otra cosa que hogares más pobres cuando la jefatura del hogar está a cargo de una mujer, puesto que social y políticamente esta aceptado que las mujeres sean explotadas y que no se reconozca su trabajo.

Quizás, como respuesta a esta exclusión histórica muchas colectivas de mujeres, recurren a la autogestión, tal es el caso de “La Ciudad de las Mujeres”, una iniciativa de la Colectiva “Liga de Mujeres desplazadas” fueron víctimas del conflicto armado, que han hecho frente a su situación construyendo su propio barrio en Turbaco, Bolivar.

Ellas, construyeron el barrio con sus propias manos, reunieron el dinero para comprar el lote, hicieron el trazado, cavaron la tierra, levantaron las paredes, mezclaron el cemento; tienen su propia cooperativa “Mujercom”, para producir alimentos, se han capacitado como conciliadoras y así hacen frente a sus diferencias y las resuelven colectivamente. Son un modelo ejemplar de autoconstrucción y autogestión.

En la india, Mohini Giri, activista por los derechos de las mujeres, con ayuda de La ONG Guild for Service ha creado recientemente un Ashram a las afueras de Vrindavan que acoge a unas 120 viudas. Se les garantiza un lugar limpio para vivir, tres comidas al día, servicio de enfermería y se las anima a no perder los coloridos saris. Aunque en su mayoría son mujeres que han enviudado a partir de los 40 años, también se encuentran las llamadas ‘niñas viudas’ o mujeres jóvenes.   

Celebramos las acciones de resistencia de las mujeres, que se niegan a ser otra cifra, otra invisible, inservible, que construyen de forma colectiva y dejan pasar este sistema que excluye e inferioriza y gestionan su realidad.

Locas de Coño

@laslocasdelcono

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