Vigilar el poder, mapear el placer y habitar Medellín

Afreeka y una percepción embellecida con la rebeldía

Su rap tiene un poco del ritmo latino, algo que es común en la historia del rap estadounidense.  Su voz entra en la pista suave, un poco grave, y muy rápido tenemos que ponerle atención, entender su discurso criterioso, una denuncia sólida y un intenso debate. El rap de esta mujer afrovenezolana contiene una indignación histórica y una posición fuerte sobre lo que no se puede tolerar e ignorar.

Para Afreeka su comienzo es el barrio La Terraza (en Caracas) y en el centro de este su familia: una tía que perdió, una mamá muy trabajadora que la tuvo que criar sola y alrededor cientos de abuelas que le dan la bendición al salir y la regañaban cuando era niña.

El rap es poesía y la poesía es palabra y esta mujer de palabra, hace de su biografía parte central de su obra artística: la legitimidad de haber vivido de lo que habla y así su coherencia sobre una reputación que se amasa desde el territorio donde puede sumarse a las historias ejemplares. Ella se preocupa por la manipulación de adolescentes de su ciudad en redes criminales o violentas.  Ha sido una de las voceras de “Basta de balas” y en sus letras encontramos cómo habla desde adentro de los barrios donde adolescentes desesperados terminan agarrando un arma.

“Negritudes” es uno de sus sellos y lemas para expresar una actitud y una aptitud: “Raza con actitud y con aptitud”. Algo como subir la autoestima, creer en nosotras y nosotros mismos desde barrios afrovenezolanos y capacitarnos, ocupar nuevos espacios desde el conocimiento. Para la situación de Venezuela del 2019 ella piensa que la labor de su arte es ante todo subir la moral, dar testimonio de que ella pasó por cosas difíciles y se pueden superar; acompañar y transmitir unas ganas de perseverar, de levantarse.

“Yo pasé por eso o por algo similar y salí adelante, a pesar de que el mundo se me estaba derrumbando alrededor. Transmitir a la gente (…) esas ganas”.

Quizá su arte se desata y detona cuando tuvo una lesión en la rodilla, era la época en la que estaba más interesada en el futbol, y aunque aún lo practica, por esos días iba a ser observada jugando por un seleccionador juvenil y preciso la rodilla arruinó ese momento para ella -en ese época aún adolescente-. La imaginamos recluida en sus letras, escuchando música y de ahí rapeando. Afreeka tiene muchas más canciones escritas que grabadas, su rap acompaña eventos y terminan siendo líricas inolvidables, pero para el 2019 hay todavía muchas grabaciones pendientes.

Jugar futbol y rapear son dos experiencias que le han generado una reflexión sobre el rol que históricamente la sociedad le quiere asignar a las mujeres. Su estilo de vida acompaña a las letras de sus canciones y se expresa también en su forma de vestir, mostrando una comodidad más que un esfuerzo por encajar en una idea visual de los demás -en uno de los países de los reinados de belleza-.

Recuerda a uno de sus hermanos trayendo un disco de Lauryn Hill y luego explorando hasta encontrar a Arianna Puello; también explica de su proceso que en el tercer año del liceo encontró una profesora que la marcaría enseñándole poesía.

Nada ha sido regalado para ella, se tuvo que pagar la universidad primero vendiendo sus cosas y luego vendiendo ropa. Allí encontraría otra experiencia de solidaridad de barrio, saliendo a vender las arepas de una vecina, mientras esta se quedaba en el barrio atendiendo el negocio de ropa de Afreeka.

Puede ser que una vida en el arte y una obra artística se haya terminado de consolidar, el día que estaba en un evento haciendo break dance y descubrió que no le gustaba bailar ese rap de letras denigrantes para las mujeres, que ella tenía letras mejores.

“Puros hombres y todo el contenido despectivo hacia las mujeres. Ese día dije dentro de mí, ¿por qué tengo que aguantar eso? Escribo y tengo cosas más importantes que decir que lo que estoy escuchando ahorita”.

Su proceso creativo es estar todo el día acumulando papelitos con ideas, llegar a la casa quitarse todo, preparar café, apilar los papelitos y empezar a reconstruir lo visto en un nuevo documento y de ahí relacionarlo con un documento archivado y en ciernes -con cara de proyecto creativo-. Ya desde ahí, cuando un proyecto lírico termina, normalmente empieza a buscar la pista y la pista termina de hacer aflorar otras palabras, añade allí una pausa, poda o desbasta un pensamiento.

“Desnudarme, hacer café y ponerme a pensar cosas, me acuerdo mucho las cosas que vi en el día: cosas que me gustaron y cosas que no”.

“Parezco una máquina de pensamiento (…). Muchos papelitos de pensamientos en el bolso”.

Ella busca con su rap hablarle una a una a cada persona, lograr algo intimista, lograr cambios sociales cuando una persona se mire a sí misma y descubra actitudes o acontecimientos y dinámicas alrededor que se le habían vuelto naturales.

“Me encanta darles poder a las chicas de acá”

El afán de consciencia, poniéndose en la piel de la otra persona, explica que no quiera ser extremista con posiciones, quiere lograr la reflexión a fuego lento, ahondando en esa audiencia individual y dando siempre fuerza al que más la necesita, a la que más la necesita.

“Yo lo que quiero es que una persona sienta que cuando está escuchando un tema mío, es como conversando conmigo, todo lo que le estoy diciendo es para ella, no es global”-explica de su propósito y continúa enunciando- “conózcanse, miren hacia adentro”.

Hablarle a La Terraza, a Caracas, a Venezuela y a Latinoamérica es “saber llegar” y convencernos de cómo podemos vivir tranquilos y disfrutar de todo lo que da nuestra geografía, especialmente nuestra cultura; asumir también la dignidad de ser una “región de talento”.

“El arte embellece la percepción de la gente”.

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Fuentes

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