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Yasser: una muerte para contar vidas

Por Casa de las Estrategias para NoCopio

En Facebook alguien rememora que Yasser Murillo solía decir que “todos los días sale uno nuevo pero el que se mantiene es por bueno”.

¿Cuántas veces había tenido que revivir Yasser ya?

Un muchacho asesinado de 17 años recuerda que muchos adolescentes en Medellín pueden sentir que el mundo entero está en su contra: el futuro se relegó a una estafa, en todas partes estorba, de todo es sospechoso, la ciudad le lleva bastante susurrando que es desechable.

El 20 de septiembre en su Facebook Yasser pregunta ““¿Y si desaparezco?” Total nadie me extrañaría.”

El mismo día dice “Cristo Me Ayudará a Levantarme” y un tiempo atrás “Que llegue pues ese día”. Todo eso entre los “Que gonorrea” -de los mensajes de estado que se repetían-.

Un 14 de Octubre cualquier delicada fibra se rompe -en un puñado de segundos- y los susurros de años de la ciudad se convierten en los rugidos de los matones.
La noche del sábado el terror se desplegó sobre Yasser en forma de 5 aves -de las que no comen, ni cantan, ni pestañean-. Hombres y muchachos -quizá alguno de la misma edad de él- postergan pensar y deciden que ese no era el día para sentirlo todo, sino sólo una cosa puntiaguda, compacta, sin color.

Correr varias cuadras de la muerte, conversaciones en Facebook como si tuviera esposa y ex-esposa, mensajes de los amigos como si estuvieran en una gran gesta, un tiempo encarcelado, años de infinidad de cuentas preocupantes -la supervivencia colgando siempre de un hilo-, recuerdan a los peladitos que maduran biche: la negación sistémica de la niñez.

Rilke dijo que “la verdadera patria del hombre es la infancia” y cuando miramos, estrechamos, queremos a un muchacho de periferia, nos damos cuenta que la exclusión más trágica -la marginación total- es la de la infancia interrumpida.

Se puede apostar que a los 4 años alguien se vio en la necesidad de decirle que ya estaba “muy grande para llorar”, que a los 9 le dijeron que no fuera mimado, infantil o que madurara; que a los 11 Yasser se sintió en la necesidad de responder por su mamá o por algún hermano y que a los 15 años muchos le dijeron que “ya era un viejo para seguir perdiendo el tiempo y desperdiciando su vida”.

Puede que en la historia del mundo sea normal que los niños ensillen bestias desde los 6 años, combatan desde los 13 y se casen desde los 15; pero otros en Medellín nos preocupamos por que el juguete que le pedimos al “niño dios” si sea de la marca que dijeron los compañeritos, regateando que las próximas vacaciones sean a un destino internacional, yéndonos de intercambio varias veces, cambiando de carrera, haciendo postgrados (mientras superamos alguna crisis) y tomándonos un año sabático.

El endurecimiento de nuestros jóvenes marginados es amasado por la sociedad presionándolos sin creer realmente en ellos, exigiéndoles haciéndolos sentir en deuda con la vida -por más dura que esta sea-.

En el barrio el Salado un niño de 12 años le decía a un adulto que le inventaba un cuento de viajeros espaciales que se volviera “más serio” y otro de 15 años decía que “uno soñando tanto no va a conseguir la comida”. Niños de ceño fruncido, absolutamente descreídos, son el producto de espacios cotidianos de hambre y violencia al azar, con adultos que los rodean apurados o vencidos.

La peor forma del gueto es la que enjaula la imaginación y vuelve doloroso -como estafa- el sueño. Allí sólo se puede ser una cosa; se acepta -endureciéndose y enfriándose- que las opciones para salirse del destino son reducidas y poco atractivas.

A estos muchachos no los vemos, no los alcanzamos, son otros que no hacen parte de un nosotros. A ellos los vemos cuando nos interrumpen con la violencia que estorba, con la violencia que interrumpe nuestra visual de orden y la experiencia de tranquilidad.

Yasser era parte de esta ciudad, construida y afortunadamente redefinida por lo afrocolombiano, formada por los extremos de Antioquia: un pedazo en Turbo, afectos en Briceño. Del barrio Santo Domingo, a la rumba y la conquista en el Trocen (el centro) y el parche en Robledo Santa María.

Desde muy temprano tenía expresiones en Facebook de temeridad, de no asararse, burlándose de los que tienen miedo o “no están en los war”. Respondía a la exclusión diciendo que no querían gente de afuera en su barrio o parche.

También se podía leer “Solamente Los Batman 3:) Naa De Rencor & Si Tiene Su Herida Deseo Q CE Curen” -como frases de reconciliación-.
Una vez dijo que “Un Maliante También CE Enamora”, pero cuando un ser querido lo interpeló en Facebook y le preguntó si se creía un maliante, él respondió: “jjajaja Naa Mnto”.

La vida estaba mucho más atravesada por enamorarse y desenamorarse, por problemas románticos y -en todo ese relato de uno mismo que es Facebook- la constante eran las Mntas y los Mntos (manitos y manitas), hermandades dulces y tiernas que recuerdan la potencia afro para extender la familia, para disfrutar de un nosotros amplio que no resiste cuentas o mezquindad.

“Eyyy Loko Lo Quiero Mucho Andas Fiel Bullinista”

En su vida era muy importante lo colectivo, un montón de amigos con los que firmaban DPV, se hacían llamar “Los Batman” y se trataban de Real. El principal código de admiración era ser “Real”; las prácticas que los unían eran la de ser barristas, bailar -donde Yasser sobresalía-; se elogiaban la ropa y la belleza, se acogían, se demostraban el afecto y también había un afuera para rechazar, un grupo de muchachos abstracto que insultaban, que desafiaban de forma infrecuente, inexacta.
Se trataría del tono de las peleas a golpes en un colegio, en un vecindario o entre equipos deportivos, si no hubiera tenido que perder Yasser 5 amigos (algunos en el Valle de Aburrá y otros en Urabá) por el homicidio. El juego que se desliza primero lentamente -y luego irreversiblemente- hacia la fatalidad se decora de la inmadurez para tomarse fotos con cuchillos o elogiar vídeos de peleas a machetazos.

“Camilitho Carroloko S’Eterno” -dijo Yasser en su Facebook-.

“En Demonios CE Convirtieron los Ángeles que nadien quiso” -decía- enfrentándonos a los estigmas que se asumen con desconsuelo y con una ternura que no se termina de cercenar.

El homicidio es terreno del absurdo y del radicalismo: una acción contundente y radical puede llevar a una venganza más intensa y brutal, así como las tonterías de mirar la pareja de otro, no saludar, no prestar algo, regar un trago, o un pisón pueden desencadenar “novelones” de semanas o segundos que terminan metiendo al asesino en una “película” de severidad cruel y demostración fatal.

Sus amigos lo lloran explicando que era el que los hacía reír, una de las mujeres que lo amó dice que “Así No Se Vale” y nos cuenta que era muy entregado, con “unos sentimientos muy bonitos”, siempre dispuesto a estar alegre con ella. Ella recuerda especialmente el acompañamiento y las palabras de apoyo para que terminara su universidad.

Color favorito azul; cumpleaños el 5 de enero; cantante favorito Anuel; Fútbol una pasión; día favorito sábado.

Su frase: “ríe aunque quieras llorar”

A la pregunta de si va a ser extrañado, la respuesta es sí. Su novia lo recordará como un príncipe y nosotros como un muchacho vivo, con la complejidad de facetas de todos, con todas las posibilidades o potencia para ser muchas cosas, para tomar muchos caminos, para revivir una vez más. Todo el cariño que ya había invertido en él y todos los seres queridos que deja rotos.

Muy tarde dejó de ser invisible para nosotros, pero va a ser inolvidable para esas 4000 almas que con un silencio rogábamos que fuera salvado en un hospital.
Nuestra derrota con Yasser hace recordar una canción que a él le gustaba y habla de la calle para los valientes (para los hombres) y la acera para niños y mujeres (al estilo machista de la guerra). La calle no perdona y en nuestra acera, nuestras ventanas, balcones y puertas la detección es mediocre y la conexión es tenue e insuficiente para acoger en segundas oportunidades.

Carecemos de puentes y tantos hay abogando por muros.

Esta ciudad cuando pierde la cabeza todos los días es implacable. Tal vez cuando Medellín sea una ciudad para la redención recuperará su corazón.

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