Vigilar el poder, mapear el placer y habitar Medellín

Ronald Morán

Ronald Morán es un artista principalmente plástico que ya ha alcanzado un renombre y un punto estético muy valioso, aunque él insista en que está en una etapa de desaprendizaje. Logra unir la instalación, la pintura, la fotografía de una forma muy contemporánea.

Es además el director de La Fábrica un espacio único en El Salvador -como taller y galería de arte- y cuando llegamos allí estaba trabajando en algo sobre las fronteras: cómo un objeto crea una muralla, pero también una barrera mental. La última obra que le conocemos para el 2019 -con registro- es Neutralidad Ambigua. Vemos en ella un algodón industrial cubriendo grandes espacios y múltiples objetos. Una de las cosas que genera una sensación más fuerte es la de los juguetes bélicos y los cuchillos finamente envueltos en nubes, y parece que están hablando de amortiguar un peligro, pero también denunciando una guerra solapada.

En Morán el blanco predomina, menos veces el blanco y negro o los grises. Nos explica que son las sobras las que terminan dando un contorno. Más importante que el color, es la inmaterialidad, las nubes, la suavidad.

Ronald es un ejemplo de que el artista no es un intelectual o una persona llena de respuestas, sino alguien que se moviliza en su duda y que tiene casi como método el desconocimiento. Él nos hace ver que su arte es un cuestionamiento, que lanza preguntas -y así algunas se van aclarando y otras se quedan sin responder-.

“Encontrar algo y comenzar a experimentar, a manipular, a adentrarse, son cosas que te crean esa chispa”

Vemos a Morán explorando casi de una forma lúdica, luego llega la adrenalina, que él llama “endorfinas”, y entonces empiezan los días “sólo salir a tomar aire por ratitos”. Después de esa etapa, cuando se puedo uno separar dos pasos de la obra, llega la catarsis y cuando la obra toma forma, cuando cada detalle alivia porque ya se está en el valle del encuentro.

Más que figuras líneas

La niñez de Ronald fue en Chalchuapa una zona con unas ruinas piramidales muy bonita, cafetera y rodeado de mucha naturaleza. Él recuerda eso como la época de la candidez. Desde ese lugar para tener una buena niñez recuerda con profundidad el breve periodo de tiempo en el que atestiguó a un tío que podía dibujar y trabajar la piedra con gran destreza. Lo que le terminó generando una reflexión cruzada, fue que el tío no terminó nunca de consolidar una obra y finalmente enfermó y murió entre sobredosis.

“El arte sino se encausa en algo, con un sentido, es tan poderoso que te puede llevar a perderte.  (…) La misma sensibilidad artística es un cuchillo de doble filo. (…) Podés vivir tan intensamente las cosas que cualquier cosa te puede afectar, cualquier cosa te puede, y si a eso le agregas drogas y alcohol, cualquier cosa te puede detonar”.

Esto le permite interpretar una fuerte sensibilidad y necesidad expresiva de vaciarse uno mismo, pero también de siempre buscar un propósito creativo que evite el sentir desaforado como destino. Nos dice que no piensa en el público, aunque se entiende que en ese ir sin cálculos y dejarlo todo en la obra, está la real conexión.

Tuvo una etapa en la que trabajó mucho sobre las pandillas de El Salvador, ha trabajado la reconstrucción histórica de masacres y despojos y no logra dejar de volver a la violencia y al miedo, lo que se corresponde con esa clasificación de generación artística de la postguerra.

Morán entiende que después del conflicto interno había que darse un respiro, empezar a vivir el desencanto y luego a crear desde la decepción con una motivación o propósito: hacer algo con la ausencia de lección.

Ronald no es extenso al hablar de su conexión con El Salvador, pero hay un código implícito cuando explica que esta no es una cultura pequeña, que es una sociedad en constante mutación. Con el espacio al que le da sentidos y contenidos, su obra y hasta su trayectoria muestra una insistencia en su país.

Explica que su elección de colores -o más bien sin color- es una “reacción alérgica al trópico”. Pero entonces cuando dice que su identidad es contemporánea o tiene un compromiso con la contemporaneidad, podemos pensar que El Salvador también tiene un lugar en lo presente, en generaciones que también rechazan estereotipos que estanquen y -así- desamarrarse para ser muchas cosas.

Esa escogencia de esquina tiene que ver con la pasión por atestiguar los rezagos o la emergencia de momentos históricos para jugar un papel de adelantarse -no tanto para imaginar- sino para ver lo que todavía es tenue y se alcanza a sentir con la piel raspada -como ese tío, pero con el ancla de la obra delimitada-. Esa también es la mirada estremecida a una Latinoamérica.

“Una región que está siempre a punto de estallar, me parece que es algo tan intenso, pero a la vez una energía tan propia y seductora que es capaz de ablandar cualquier cultura”.

Filtrar, filtrar y filtrar, pero finalmente no es sólo atajar lo que está saliendo, no es tan neutro e inocente; más bien es perforar y hacer brotar lo que muchos preferirían ignorar.

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Fuentes

  • Entrevista a Ronald Morán en San Salvador en noviembre de 2019.
  • Bendana Pinel (2011). Neutralité ambiguë Ronald Morán. Recuperado el 30 de marzo de 2020 en: http://www.bendana-pinel.com/es/shows/2011/022/ronald-moran/

 

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