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Mas de una semana sin Helí

¿Quién en los 70’s hubiera escrito como Helí? Con la pureza que tradicionalmente contienen las poesías, Ramírez era un fiel perseguidor de las historias contadas en las esquinas. De Castilla para el mundo, el mundo poético y senil a veces censurado por la moral. Con expresiones como “Si lo logro, hago fiesta. Severa rumba hago” Este poeta denigraba la poesía romántica de escritores de antaño evidenciando el parlache original del barrio para enamorarse. La idiosincrasia Colombiana le dio vida al alma de Helí.

Ese daña fiestas de Ramírez nunca quiso ser considerado como un escritor o como un poeta “Es una experiencia personal” decía. No era una persona tan cercana, ni llena de complicidad; no le gustaban mucho las entrevistas ni estar en espacios públicos y mucho tiempo después de haber empezado a escribir estas tonadas barriales, su familia descubrió su oficio de escritor.

El poeta del éxodo murió el pasado 20 de Febrero del 2019 pero sólo se supo de esto el Martes, 26 de Febrero, cuando su primo Alfredo Gómez, artista plástico de la ciudad, en el antiguo Club Unión, por junín, dio a conocer la noticia. El único hermano de Helí, Jorge Ramírez, fue quien esparció sus cenizas en un sector de Arboletes, especificado por el poeta.

Varios escritores de la ciudad nos regalaron testimonios sobre su experiencia con Helí y cómo lo describirían. Víctor Gaviria, Santiago Rodas y David Herrero nos regalaron testimonios sobre cómo fue escuchar y descubrir la obra de Helí Ramírez.

Los homenajes son actos que se celebran en honor de alguien; homenajear implica mostrar respeto, sumisión, veneración. Cuando me hablan de homenajes a Helí Ramírez Gómez, considero positivo que se quiera reconocer el trabajo de una persona de sangre roja que tuvo la fortuna de escribir, pues eso da cuenta de un entusiasmo en torno a su persona y a sus textos. Sin embargo, llama la atención –exceptuando a quienes no lo conocen, a quienes no han leído sus libros o las pocas entrevistas que dio, ni lo escucharon alguna de las pocas veces que se presentó en público–, que usen el término “homenaje” para evocar la presencia y la palabra del hombre, hombre que continúa vivo en la ciudad.

La gloria del artista es enceguecedora… hace de los sentimientos personales, un asunto público. Helí, con su conciencia volada, sin control, subversiva, lo sabía muy bien. Odiaba el poder local al igual que el poder global. Por eso se escurrió una y otra vez de las incontables invitaciones a eventos públicos organizados por la élite letrada de la ciudad, y con más razón si se trababa de “homenajearlo”. Para dar fe, los invito a leer Para morder el cielo (1999), donde encontrarán este fragmento: “No me imagino tampoco oyendo discursos / y tartamudeando agradecimientos / en actos de homenaje al arte en mí.”

Como lector, pienso que su alegría, su tristeza, su furia y su locura se quedaron en el barrio y vivirán para siempre allí. Su literatura, espejo colectivo de una sociedad plural, es un cerro tutelar. Su fantasma habita las esquinas y los callejones de nuestros corazones. Y por eso, tal vez la mejor manera de recordarlo, más allá de cualquier homenaje, sea volver a su obra, dejarnos afectar por el imaginario de vida cotidiana, paisajes, gentes y situaciones que captó en sus escritos. Leerlo como un hijo de su época. Y preguntarnos, por ejemplo, ¿qué dejó el discurso de Helí Ramírez a los jóvenes del siglo XXI?

David Herrera

 
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