Vigilar el poder, mapear el placer y habitar Medellín

Eterna gratitud Jairo Maya

Por: Martín Román.

Afortunadamente no murió por las balas que silencian las palabras de las personas inconformes y que el establecimiento no quiere escuchar y digo afortunadamente, porque en mi Ciudad se acostumbró a justificar las muertes violentas, como si se validara que alguien que piense distinto a lo “establecido” merece que los criminales lo callen.

Jairo fue un luchador incansable, desde los años 80, en pos del mejoramiento de las condiciones de vida, en especial de aquellas que no tienen voz, que no son visibilizadas y que la Ciudad la expulsa a las laderas y las dejan ahí fragmentadas. Fue un ambientalista, preocupado por el mejoramiento de las condiciones de la naturaleza y la prevención del riesgo en las laderas de Medellín.

Jairo fue impulsor de organizaciones comunitarias, de organizaciones juveniles, de organizaciones ambientales, promovía el reconocimiento de la diversidad sexual y étnica. Jairo creía firmemente en la comunidad, era barrio, era afro, era joven, era naturaleza. Su cuerpo era el barrio, era dolores y sentires de su Comuna.

Jairo denunció valientemente la presencia y el control territorial de las bandas criminales que todavía siguen regulando los modos de vida de la Comuna 8 de Medellín y que acallan la movilización ciudadana indignada que reclama y exige sus derechos.

Jairo fue gestor cultural e impulsó la incidencia ciudadana en la toma de decisiones sobre el desarrollo local, esto lo llevó a liderar la construcción del Plan de Desarrollo Local de su Comuna y a proponer acciones y proyectos comunitarios para asegurar que la Comuna 8 de la Ciudad de Medellín fuera un territorio fortalecido en su tejido social, consolidado en su hábitat y con desarrollo integral sostenible y así garantizar mejores condiciones de vida y el goce pleno de los derechos de hombres y mujeres que la habitan.

Jairo promovió instrumentos de participación ciudadana y mediante consultas populares, la Comunidad, se pronunció que antes de obras monumentales lo que se necesitaba el mejoramiento integral de los barrios populares de Medellín. Fue un luchador incansable de las causas que a veces se olvidan gracias a las grandes obras de cemento que hacen nuestros gobernantes, las cuales nunca alivian el hambre, el miedo, la inequidad, la desesperanza y la cobertura de servicios públicos de hombres y mujeres que viven en las laderas de Medellín.

Jairo era conocimiento y fuente permanente de consulta de muchos trabajos científicos sobre cómo se vive y como se puede vivir en las laderas con dignidad. Muchos de estos trabajos tienen reconocimiento internacional pero escasa aceptación de los que piensan que el “problema de las laderas” se resuelve con el desplazamiento y la fragmentación.

Murió como muchos líderes de esta Ciudad, con escasa protección del Estado, aquel que muchas veces se valió de Jairo para validar sus acciones en la Comuna. Es como si el Estado no le preocupara por la importancia de tener voces críticas que son las que ayudan a la construcción de lo público. Valdría la pena reflexionar en el desarrollo de acciones contundentes para la protección de hombres y mujeres que como Jairo se la juegan en el día a día por la dignidad de las personas excluidas del “desarrollo” de la Ciudad.

Tuve la fortuna de ser su amigo, de poder conversar largas horas con él sobre la fragmentación y la exclusión de las comunidades y cómo establecer acciones que contrarrestaran esta situación. De ahí que solamente puedo expresar eterna gratitud por estar ahí, por su coherencia y por promover la construcción de una Ciudad con dignidad, con derechos y sin miedo.

Medellín, Marzo 25 de 2016

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