Se nos ha impuesto una descarga publicitaria brutal que nos conduce como narcotizados en procura de un buen vivir que, en realidad, es una manera de seguir en este flujo de relaciones inoperantes que los medios de comunicación, los sesgados medios de comunicación, muestran impunemente a las masas hipnotizadas: enrostran el crimen de sus enemigos incitando al público para que siga las quejas y adoctrinamientos que emiten con el oscuro deseo de que se los quitemos del camino.
Pretenden concientizar al mundo con una manera unilateral de ver los acontecimientos. Por eso, en estos momentos de fanatismos, nacionalismos, fundamentalismos y globalización generadores de discursos homogéneos, habría que recurrir a la capacidad de nuestra racionalidad para entender los esquemas perturbadores con un pensamiento crítico, pero lo más abierto posible, para poder anular las fronteras y pluralizar el mundo.
No más ejércitos zurumbáticos que empuñan las armas para decirnos que debemos hacer lo que el jefe dictamina. Activemos la fiesta que es la inmarcesible libertad de crear nuestro propio camino, el de ser los que venimos siendo sin la intromisión moral de los que detentan el poder: disfraz que ha gobernado con disposiciones de animal “correcto”, “fraterno” y “culto” las consignas de la destrucción, de tanto repetirse, se han vuelto verdades sine qua non.
Siempre he dicho que esta guerra no nos pertenece. He gritado y seguiré gritando: ¡religión y política para la puta de la mierda! Pero nos han hecho vivir la muerte en carne propia, nos han acorralado con regalitos siniestros y chucherías mediáticas, nos quieren en silencio y soportando la herida infatigable de los asesinos, los pocos asesinos que se han embolsillado nuestra esperanza, que han impulsado a nuestros jóvenes hacia la matanza y a su gran suicidio. Nos han disparado, nos han ultrajado, nos han mentido. Y es hora de repetir la pregunta: ¡¿dónde estamos que tiembla?!
No podemos seguir ignorando nuestro compromiso con el momento que estamos viviendo en esta Colombia desangrada. Nuestra fuerza -porque el mundo nos aniquila, pero nosotros somos más grandes-, nuestra fuerza debe ser una verdadera fuerza activa, efectiva y afectiva que nos una con sensatez, con humanidad, si no con amor, sí con un ánimo solidario de justicia y equidad. Los movimientos que se alcanzan a vislumbrar nos dicen que las cosas están así: o resistimos ante la ignorante y brutal manipulación de los genocidas que desean la podredumbre a diestra y siniestra para seguir con el control de este país, o asumimos la sana participación y el ejercicio de la palabra y el diálogo para lograr lo siempre anhelado: una PAZ REAL.
La PAZ, una acción deseada por todos; palabra cansada, pero imperiosamente necesaria. Decisión que debemos tomar ahora antes de que nos la roben, la PAZ no se podrá lograr si no ponemos de nuestra parte la imaginación, los sueños, la voluntad a fin de cuentas. Por todo esto, por el fin de la miseria y la hambruna; por la reivindicación de las amputadas generaciones que la han buscado; por la memoria de nuestros muertos; por el agua que calme la sed y el ardor de los enceguecidos, debemos hacerla cierta, debemos concretarla en esta inminente coyuntura, debemos darle la luz o fracasaremos definitivamente.
¡Si quieres la PAZ, prepara la PAZ!
Medellín, comuna 13, 20 de mayo de 2016, 1:08 a.m.
Imagen: Óleo de Alexis Vélez Rodríguez