Vigilar el poder, mapear el placer y habitar la ciudad

Parte Uno: El Coronel Macías.

­–Es evidente que fue un suicidio Coronel. No hay marcas de sangre, no hubo testigos y la mujer tenía razones para hacerlo. Siendo sincero con usted, no creo que quisiera volver a la calle luego de verse en un espejo.

–Usted siempre se deja llevar por la lógica Rodríguez. No todo se resuelve con un poco de sentido común. A veces nos topamos con algo más.

–Pero mi Coronel, es un hecho de agobio. Es difícil encontrar otra respuesta.

–Vamos a la habitación de la joven… Montoya y Marín ¡Revisen en resto de la casa!

En el fondo, creía que Rodríguez tenía razón. Aunque la causa del suicidio me generaba una gran incertidumbre. Tenía que investigar más sobre su enfermedad, que tipo de tratamiento necesitaba o si era imposible hacer que mejorara en esas condiciones.

Mientras revisábamos su apartamento denotábamos el poco aseo en varios lugares de este. Pareciera que llevaba meses sin barrer ni sacudir. Una agonía que se entreveía en su forma de habitar, posiblemente por la muerte de un familiar cercano o la decepción de un gran amor. Cientos de sobras de cigarrillo en su patio y habitación, montos de cabello en su baño y ropa sin lavar en su cama.

–Permiso mi Coronel, encontramos esto en el sótano. Podría interesarle.

– ¡Gracias, Montoya!

– ¿Qué es?

–Es una carta escrita por la señorita Sandoval, al parecer, en ella se excusa por abandonar a un hombre sin razón.

No supimos para quien era, pues no la terminó. Esta nueva evidencia nos dejaba todavía más lejos de la deficiente teoría del sargento sobre el suicidio. Ahora me cuestiona más el motivo de su muerte, ¿Por qué suicidarse antes de entregar la carta a su extraviado amor? En la carta escrita por la señorita, ella trataba de explicar el porqué de su abandono, pero el escrito aún no nos mostraba un acontecimiento que diera argumento a este.

– ¿Qué le diremos a la prensa, señor?

–No es necesario dar declaraciones por ahora. Luego hablaremos sobre ello.

–Ya están aquí…

Dejé mi versión de lo sucedido en suposiciones. Manifestaba que había una gran posibilidad de que no hubiese sido un homicidio sino un suicidio, y que el dictamen oficial lo entregaría al terminar una investigación profunda sobre el caso.

“La madre de Vicky vive hace ocho años en Canadá, desde entonces no ha vuelto a Medellín. Creo que su hija sí fue un par de veces a visitarla a ese país, pero no conozco su ubicación exacta ni tampoco he tenido contacto con ella desde que se fue. Vicky era muy reservada cuando se mencionaba a su madre.” Esta fue una de las pocas declaraciones que tomé del lugar antes de marcharme. La señora Victoria vive desde hace treinta y ocho años en el barrio Belén, justo en la casa del lado de donde ocurrió el incidente. Ella aseguraba que nunca la veía con nadie exceptuando al que parecía ser su novio y una familiar que llegaba en moto muy de vez en cuando.

Me tomé el atrevimiento de entrar de nuevo a la casa y revisar la galería de su celular. No encontré ninguna foto con un hombre, pero sí vi varias con una chica de pelo naranja, por lo general en parques y discotecas. Miré los contactos de su teléfono y comparé las fotos con la de pelo naranja hasta que encontré una coincidencia. De inmediato le marqué y le comenté sobre el motivo de mi llamada. Logré concluir una cita para el viernes a las tres de la tarde en un restaurante del centro de la ciudad.

– ¡Buenas Tardes! Soy Mariana, prima hermana de Vicky…

– ¿Cómo estás, Mariana? Es maravilloso verte ¿Quieres tomar algo? una cerveza, un café…

–Sólo quiero un cigarrillo ¡Gracias!

En nuestra charla, Mariana me contaba de su relación con su prima; Era la única familiar cercana y la persona en la que más confiaba. También mencionó que aunque mantenía una comunicación constante con ella, desde hace aproximadamente unos cinco meses Vicky le prohibió que fuera a visitarla porque no se sentía bien, pero que nunca supo que la llevó a tomar esa decisión, y que cada que le preguntaba sobre ello evadía el tema. Jamás le había manifestado su intención por suicidarse, por ende, fue un acto que la dejó anonadada al saber lo que había pasado con la que siempre consideró como su mejor amiga.

A pesar de lo conmovido que estaba al escucharla hablar con pesadumbre y nostalgia, nuestro encuentro debía tener un giro, había algo de lo cual era primordial platicar; Aquel novio de Vicky que aún no ha aparecido a preguntar por su amada.

–No quisiera interrumpirte, pero este encuentro tiene otra intención. Necesito saber si Vicky te contó sobre algún hombre con el que tuviera una relación.

–Sí. Me hablaba mucho de un tipo llamado Rubén Ayala, pero me decía que todavía no eran pareja ya que le daba miedo que le pidiera tener sexo y perder la virginidad con un hombre que quizá no era el indicado.

– ¿Ella te habló sobre el lugar de donde viene este Rubén?

–Creo que en algún momento mencionó que estuvo con él en Manrique; en un parque llamado “Parque Gaitán”. Puede ser que el hombre viva por allá.

–Gracias por la información mí querida Mariana. Me has sido de mucha ayuda. Cualquier cosa que necesites estaré disponible, aquí te dejo mi numero…

Contacté a varios amigos del barrio Manrique, lugar de crianza en mi infancia y en donde dejé atrás familiares y amigos que será hora de visitar para esclarecer este incidente. Recordé que cerca de ese parque tengo un gran amigo llamado Marco, un trabajador social que seguramente conoce a la mayoría de personas del sector y Rubén debe estar dentro de esa lista.

Con su ayuda efectivamente logramos encontrar al novio de Vicky Sandoval, el señor Rubén Ayala, quien será llamado a juicio el próximo 23 de febrero para aclarar su complicidad en la situación por la que acaba de pasar su pareja sentimental.

Yorkeen