Algunas personas, no pocas, me han “sacudido” con sus “interpretaciones” y posiciones frente a los ya publicados y, en la mayoría de los casos, no leídos acuerdos de la Habana.
Los habitantes de esta enfermedad que llamamos Colombia, más que tejer lazos hacia una voluntad de vida y reconciliación, lo que han hecho es abrirle el espacio al odio, al encono y a la rabia desatada con una crítica sin argumentos y el despiadado vapuleo sobre aquellos que están en vía contraria a sus intereses, por cualquier tipo de medio e infundiendo el miedo. Muchos declaran la imposibilidad de votar por la PAZ porque no se sabe a ciencia cierta lo que va a pasar en el futuro. Permítanme decirles que por más planeación que se haga, nadie lo sabe a cabalidad.
La arremetida en que nos hemos visto involucrados desde hace ya varios meses por orden de los jefes de los medios televisivos, radiales, de prensa y en el viral Internet, han perturbado nuestro sentido común y la PAZ ha dividido al país entre los “amigos” de Santos, los de Uribe o los de las FARC. Han puesto un nuevo frente de batalla entre el “sí” y el “no”.
Bien lo sabemos: los que nos observan desde sus estrafalarias oficinas con su copa de coñac, envían señales por los satélites que nos rodean esperando el momento propicio para darnos el zarpazo y quitarnos la fiesta. Sí, todos tenemos intereses puestos en esta PAZ que parece temblar en la salita de espera. Mas déjenme preguntarles con el comprometido Jaime Garzón: “¿será que sin armas no se puede vivir en este país?”
Pues bien, darle la bienvenida a la PAZ no significa estar de acuerdo con los de arriba o con los de abajo, con los de derecha o los de izquierda. Ni siquiera entre usted que me lee y yo que escribo estas simplezas. Los que nos piden fidelidad en la estampida mediática y las palestras, siempre serán las figuras públicas que los invisibles dueños del planeta ponen ante nuestros ojos para que creamos que la libertad es posible, que la “democracia” funciona, que pase lo que pase tendremos la oportunidad de elegir las posibilidades del cambio en una franca y “transparente” jornada electoral.
Yo no voy a votar, nunca lo he hecho. No es “negligencia política” ni significa una “voluntaria contradicción”. Es que cuando se vota por otro, invariablemente se suprime uno mismo. No obstante, en este caso en particular -ustedes lo intuyen- la PAZ amerita un voto de aprobación. Pero no lo puedo hacer porque no he sido un “ciudadano” en las urnas en ningún momento. Por eso les dejo mi “SÍ” simbólico. De todos modos, ya el cansancio me supera y no quiero seguir agitando banderas a favor o en contra de las causas de los demás: intentaré ir suavemente por la vida, caminando con “sangre liviana” tras de lo que ella tiene para mí. De esa manera, el mundo no tendrá ninguna queja de mis intenciones.
Señoras y señores que comen tres veces al día, jóvenes desorientados que no leen sino a Condorito, niños tragados por las fauces de la tecnología y víctimas todas de este gran desbarajuste publicitario: la PAZ verdadera se construye en el día a día, en cada uno de los actos cotidianos, y para eso es imprescindible la mutua ayuda, la solidaridad y un amplio margen de confianza en ustedes mismos y en quien camina a su lado. Cosa que todos olvidamos en el mismo instante en que la frustración nos vence y requerimos de un culpable.
No hay más indignación que estar sentado aquí, ante esta pantalla, o visitar a tus amigos y ver a los que antes reían contigo y te abrazaban a pesar de las desigualdades, encarnizados en una lucha frontal hacia una sola y única realidad: ¡no estar de su parte! Es que los hombres y las mujeres van dando vueltas en torno a sus deseos y entre ellos existe el del poder y éste, sea el poder que sea, al hacerse efectivo, desorbita la cabeza hasta del más centrado. Y entonces nos sentimos con el permiso para cantarle la tabla a cualquiera. O siendo más drásticos, optar por su destrucción.
Ya ustedes saben quién soy. El único instrumento que me hace caso es este, la palabra. No los quiero convencer de nada, eso sería indecente. Cada cuál que encuentre por sí mismo lo que le es justo para ser feliz y conquistar su adentro, el sosiego de saber quién en realidad es. Pero escúchenme esta declaración: la oportunidad es ahora mismo. Este es el momento en que se decide el rumbo de las cosas. La PAZ nos quiere con los sentidos abiertos y las manos unidas.
Por los que nos heredaron el sueño de un país en armonía, por nosotros que tenemos la oportunidad de lograrlo, por los que hablarán de “los que antes se mataban unos a otros y lograron mediar sus diferencias” y por los que nos llamarán “gestores de la PAZ como camino”, van estas líneas que los piensan; estos pies que me llevan cuando quiero ir; estos ojos que aspiran a verlos viviendo alegres; estos oídos que pretenden escuchar un canto nuevo y mancomunado; esta piel que los quiere cerca y sin heridas.
Lo poco o mucho que pueda brotar de este tiempo que nos ha sido dado a nosotros y que los que ya no están hubiesen querido, espero sea un motivo de festejo y sana convivencia.
¡¡¡SÍ a la PAZ!!!
Un abrazo levantamontañas para quien desee recibirlo.
Víctor Raúl Jaramillo
(Vocalista de ReencarnacióN-Filósofo-Poeta)
Medellín, comuna 13, 28 de septiembre de 2016. (2:00 a.m.)
Fotografía tomada por Marcela Ocampo