Vigilar el poder, mapear el placer y habitar la ciudad

Solía producir una amplia gama de sermones que sus empleados enardecidos, o temerosos, reproducían por los altavoces del afamado jardín infantil. “Si no te manejas bien, el comité de las buenas costumbres te pondrá en el rincón de las orejas de burro”.

 

La mayor parte del dinero recaudado en las matrículas, era usado para que su muy avanzado cerebro produjera consignas de poder inigualable. “Pon la basura en su lugar”, era una de esas maravillas.

 

No importaba que sus aliados -porque tenía detractores en la junta directiva- malgastaran fondos en chocolatinas o en canicas o en muñequitos articulados para el día de la graduación. ¡Sería una fiesta inolvidable!

 

Llegada la fecha, una repentina nube gris impidió que sus dóciles niños fueran a la celebración. Él quedo sorprendido con ese desplante y,  con una tos enrarecida, se fue a buscar dónde poner su diploma.