Era una bonita tarde cuando salí decidido a conseguir el mejor regalo para mi madre, quería darle un regalo muy especial, uno que no olvidará nunca. Cuando iba por el camino vi cosas muy lujosas, cosas bonitas que estoy seguro de que a mi madre le encantaría tener. Averigüe unas carteras de las que mi mamá un día me había comentado que quería una, pero todas las que me parecieron bonitas eran muy costosas y mi dinero no era suficiente. Seguí buscando. Pensé en llevarle comida, pero preferí no hacerlo porque quería llevarle algo que le durará para siempre. Pasé toda la tarde buscando y no hallé nada, decidí regresar a mi casa. Pasé por medio de un ancianato y vi como un joven le daba un abrazo a la que aparentemente era su madre, así que pensé en hacer lo mismo, y así lo hice. Me sentía un poco mal ya que nunca le daba nada a mi mamá, ella se merece muchas cosas. Pensé en las pocas veces que le decía a mi madre todo lo que la quería, eso me dio la idea de darle una carta donde se lo expresase. Cuando seguí el camino a mi casa y subía por unas escaleras, vi una hermosa planta a la que llaman diente de león, pero nunca había visto una tan bonita, esta me parecía perfecta, tenía una hermosa flor y era muy parecida a las otras, pero esta me pareció especial. Decidí llevársela a mi madre para plantarla en el jardín, tomé la planta de su raíz con un poco de tierra y delicadamente puse su tallo en una bolsa. La carta y la flor fueron el mejor regalo, nunca se me había ocurrido algo así, me puse muy contento por haber tomado ese camino. Ya en mi casa empecé a escribir la carta, llené una hoja por ambos lados, me gustó mucho todo lo que puse. Cuando ella regresó del trabajo, cruzo la puerta y soltó su maleta, corrí con mucha felicidad y amor a abrazarla, me encantó ver su maravillosa sonrisa y toda la alegría que reflejaba su rostro, hace mucho no sentía que ella estuviera tan feliz. Le entregué la carta junto con la planta, ella me dijo que nunca había recibido un detalle tan bonito ni tan único, que jamás se le olvidaría y que siempre protegería la carta y la guardaría. Me di cuenta del verdadero valor de las cosas. Con algo mínimo y no tan grande como yo quería que fuese el regalo, logré sacarle una sonrisa a mi madre, darle un regalo con gran sentimiento y significados para ambos. Sin duda logré cumplir mi propósito de darle un regalo que nunca olvidase, y eso me hace feliz ya que lo conseguí sin necesidad de obsequiarle una joya, solo un simple abrazo y una carta. Mi madre sembró la planta y semanas después ya habían nacido otras flores similares, me alegré aún más porque el jardín cada día se veía más bonito gracias a ese simple regalo. Increíble en lo que termino ese regalo para mi mamá, sin duda ella me lo devolvió dando esa sonrisa tan llena de amor. A partir de hoy saldré más seguido en búsqueda de regalos.
Camilo Soto