La primera vez que entré a Casa Morada fue una experiencia realmente única y algo sorprendente,
su interior está lleno de espacios y repletos de arte, pinturas y escritos, pero hubo
un pequeño mensaje en particular que me llevó a la reflexión que quiero desarrollar en esta
ocasión.
Entre todo lo que pude observar y que Camila me contó, estuvo el logo de la campaña “No Copio”,
me explicó entonces que era una campaña continental en contra del homicidio que se está
llevando a cabo en la ciudad y que la casa apoya firmemente. El propósito de la campaña es
desnaturalizar el homicidio, crear un cambio de mentalidad y de consciencia en cuanto al
homicidio y especialmente en cuanto a la víctima, “No Copio” quiere decir “no le creo”, no creer
en aquellas “explicaciones” o “razones” por las cuales la persona fue asesinada; dejar de pensar o
justificar que se merecía morir a manos de otro por alguna razón, por más grande o pequeña que
se pueda considerar.
Me sorprendió entonces el hecho de nunca haber escuchado algo sobre la campaña antes de ese
momento, ni por mi propia cuenta, por medio de alguna persona, medio de información o red
social. Desde ese instante, y durante un par de días, quedó en mi mente esa duda de cómo o por
qué no tuve conocimiento de una campaña continental, sobre un tema tan importante como el
homicidio y que se está realizando en la ciudad, sino hasta aquel momento. Después de pensarlo y
discutirlo un poco con Camila, quedó claro entonces para mí, que simplemente este no es un
asunto propio a la burbuja que habito yo y quienes me rodean.
En esta burbuja a la que yo pertenezco, en este multiverso de Medellín, las preocupaciones se
componen de viajes, postgrados, jubilaciones, entretenimiento, ropa de marca y celulares y autos
de alta gama. En la otra burbuja, vecina nuestra, ubicada en la misma ciudad, muchos individuos
tal vez nunca lleguen a conseguir educación de calidad o tan si quiera educación o un trabajo
formal, y probablemente muchos jóvenes allí estén más preocupados por su sobrevivencia y la de
sus seres queridos que por su jubilación. La desigualdad económica y social ha logrado
exitosamente crear mundos y realidades completamente distintas entre los habitantes de una
misma ciudad o incluso de una misma comuna.
En primera instancia parecería comprensible que una campaña como No Copio no haya entrado a
esta burbuja, el homicidio aquí no es algo común, solo se le observa como un suceso lejano
mediante las noticias o los periódicos, como una conversación entre extraños que ni nos interesa
ni nos sentimos identificados, ya que este no es un problema que perjudique a los habitantes de
esta parte; pero es precisamente aquí donde yace el verdadero problema. Es la misma indiferencia
y desinterés los que institucionalizan el homicidio; la costumbre es la unión de lo agradable y lo útil
que no exige reflexión, dice Nietzsche, y esta “costumbre” del homicidio no exige ninguna reflexión
cuando no causa afectación alguna a los que aquí pertenecemos.
El egoísmo, el desinterés y la indiferencia han naturalizado el homicidio en nuestra sociedad,
justificándolo mediante absurdos razonamientos de “se lo merecía”, “quien sabe que habrá hecho” o “quien sabe en que estaba metido”. Son aquellos que juzgan, y aquellos que conscientes
de la problemática finalmente les es indiferente, los que legitiman la acción del homicida y
autorizan al verdugo para quitarle la vida a otro ser humano.
La muerte de un hombre a manos de otro es un acto, además de milenario, sumamente complejo,
que a medida que la sociedad ha evolucionado se ha convertido en algo cada vez más inaceptable,
repudiado y rechazado, pero al parecer no lo suficiente. La complejidad de esta problemática
requiere que sea abordada desde muchos aspectos, y uno fundamental –el cual es el objetivo de la
actual campaña- es el cambio de mentalidad, un cambio que evidentemente no es necesario en
una zona específica de la ciudad afectada por la situación, sino en ambas burbujas de la ciudad, en
todos y cada uno de sus habitantes. Seguramente que esto por sí mismo no erradicara el problema
de la ciudad, pero que cada uno vea con ojos distintos la situación puede ser el primer paso para
empezar a actuar de una manera diferente y más comprometida.
A parte de las divisiones que se generan por lo socio económico, lo verdaderamente triste son
aquellas divisiones que se generan en las mentes los habitantes de una ciudad, suficiente para que
algunos de estos le den la espalda a aquellos de sus vecinos que mueren asesinados y a sus seres
queridos que viven lamentando y sufriendo su perdida. Tal vez cuando dejemos de lado la
diferenciación de cada individuo por su estrato o ingreso, podamos recuperar la conciencia de
unidad como seres humanos para afrontar juntos sus problemas y defender la vida.
Por: Juan David Montoya Espinosa