Pido a María Alejandra
-quien propició estas palabras-,
que me permita dedicarlas
al poeta Óscar Hernández,
como homenaje y despedida.
Seguí adelante,
pues el que ama la aventura
sabe que no hay esperanzas.
Gonzalo Arango
Aunque no haya ninguna esperanza,
deja que el amor entre en ti.
Sólo él te hará rebotar en el infinito.
Bien seas un dios, un hombre o una bestia.
Encuentres o no
aquello que buscaban tus ojos
entre las estrellas
que mostraban tus sueños,
el amor propiciará
una tormentosa delicia.
Hará de tu respiración
un huracanado goce
que te perturbará
la mayor parte del tiempo,
en la felicidad o en la desgracia.
Pero sus enseñanzas
-las lecciones del amor-
te edificarán de tal manera
que nada estará lejos de tu interés:
las cosas serán tan íntimas,
los asuntos, lo que sucede será tan propio,
que ya nada te será indiferente.
Y la vida ganará en bondad.
Porque la bondad
es un propósito amoroso.
La única manera
de educar la sensibilidad,
la única forma de transformar
esta esfera flotante
que tiende a explotar
en un lugar donde lo que duela
sea compartido por todos
-y, por tanto, lograr su alivio,
el nuestro-,
sólo será posible por medio del amor.
Quien aprende a amar
sabe que los días
están llenos de sombras
y las noches de ráfagas de fuego.
Si tú lo aprendes
-si todos lo hacemos-,
nadie saldrá del círculo
y los ojos no estarán más tristes,
aunque el terror
nos haga señas en la distancia,
al pie del camino.
Porque sabremos estar
con nosotros mismos,
solos o tomados de la mano.
Y crearemos las nuevas palabras
y los nuevos gestos que la vida tanto necesita.
Es allí
donde debes poner tu voluntad
para seguir adelante,
para que la aventura no carezca de sentido.
Aunque no haya esperanzas.
El amor es la condición
de los hombres que crean.
De la mano del amor
-lo sé- han caído bombas
y se han sembrado
banderas asesinas con su peste
hasta en la espalda del aire.
Pero si quieres ser un espíritu
libre y creador,
tienes que abrirte al amor.
Es la medida de las medidas.
Pues no podemos vivir eternamente
rodeados de muertos
y de muerte.
Aunque su atronadora claridad
te hiera y parezcas flaquear.
Aunque sólo la poesía quede en pie.
Aunque mires atrás
buscando al amor en un pueblo antiguo,
el hueco de las manos
de quienes han nacido
para saludar su paso y su peso,
serán las únicas
que nos darán la dicha
de los locos y los desencantados.
Porque si se pierde
la fuerza del amor,
estará permitido que se haga
una pasta babosa con estas palabras
que recorrerá el polvo y caerá en el olvido.
Aunque beses y haya buen tiempo.
Medellín, 5 de septiembre de 2017 (5:30 a.m.)
Imagen: Óscar Hernández (3 de noviembre de 1925 – 4 de septiembre de 2017)