Solo la gente aburrida se aburre. Solo aquellos que no valoran la vida hablan de “perder el tiempo”. Cada segundo de existencia vale más que el oro, no tiene precio, su valor es infinito. Un momento sencillo, simple, de tranquilidad, donde el tiempo se hace lento o se detiene, es la mejor oportunidad para recordar que existo, aquí y ahora, en este momento, y que con el pasar del tiempo no existiré más, o al menos, no seré consciente de existir.
“¡Qué pérdida de tiempo!” se dice, se expresa por ahí; yo también lo he pensado. Pero el tiempo no se pierde, se vive. Pierdo el tiempo cuando no me doy cuenta de lo que está pasando, y ¿qué es lo que está pasando? Que existo: que puedo ver, puedo escuchar, puedo sentir, sentir en el más amplio sentido de la palabra, pero fundamentalmente, que puedo pensar, puedo ser, puedo vivir, puedo existir. Es una realidad cuyo costo de oportunidad es incalculable, cuyo valor tiende hacia el infinito, pero cuyo tiempo y espacio son sin duda limitados y cortos, muy cortos.
Por estas razones y muchas otras, que mi limitado tiempo no me permite expresar por ahora, sé que no pierdo el tiempo, nunca lo pierdo, porque vivo, porque existo.