Desde hace 34 años la cátedra de historia en instituciones de primaria y secundaria del país se viene dictando dentro de la asignatura de las ciencias sociales junto con geografía, constitución política y democracia; bajo este panorama la senadora Viviane Morales en el 2016 radicó ante el Congreso un proyecto de ley que buscaba restablecer la enseñanza obligatoria de la historia como materia independiente en la educación básica y media. La ley ya fue sancionada por el presidente el pasado 27 de diciembre de 2017, sin embargo al hacer un análisis de dicha norma es evidente que la clase de historia continuará integrada a la de ciencias sociales sin que afecte la intensidad horaria de otras áreas y no como lo señaló el periódico el Colombiano en uno de sus artículos de internet en donde afirman que “la asignatura se dictará de manera independiente, no empaquetada en un área como el de ciencias sociales”.
La ley 1874 introduce elementos interesantes de tipo académico, pero para lo que fue inicialmente planeada terminó haciendo la vuelta del bobo y llevándonos al mismo punto de encuentro de la ley 115 de 1994, ya que muchos esperábamos que la historia en las escuelas y colegios tuviera el mismo lugar en cuanto a independencia y horario como lo tienen las matemáticas, la lengua o las ciencias naturales.
Entonces ¿qué es lo novedoso de esta ley?
Crea una comisión asesora integrada por historiadores reconocidos, representantes de la educación básica, secundaria y superior con énfasis en ciencias sociales e historia. Esta comisión adscrita al Ministerio de educación será de carácter consultivo, revisará y ajustará el contenido de historia de la materia de ciencias sociales de los establecimientos educativos para que estos últimos puedan organizar la forma en que evaluarán a sus estudiantes.
La ley adicionó y modificó aspectos de la ley 115 de 1994 y pretende dar un enfoque muy distinto a como se enseñaba la historia anteriormente ya que promueve el pensamiento científico y crítico de la historia no sólo nacional y mundial sino también latinoamericana. De igual forma se resalta el objetivo de contribuir a la formación de la identidad nacional reconociendo la diversidad étnica y cultural de Colombia y promover una memoria histórica que contribuya a la reconciliación y la paz, esto último sin duda puede ser un guiño al reciente acuerdo de paz.
Para algunos la norma podrá ser un desperdicio por no cumplir la expectativa con la que inicialmente se proyectó, para otro sector sobre todo el de la academia fue algo innecesario ya que gracias a la libertad de cátedra un docente fácilmente puede enseñar la historia de Colombia bajo una perspectiva crítica y social. En lo personal esta nueva norma no brindó el alcance requerido, pues no hizo un cambio sustancial ni de fondo, ni siquiera aumentó la intensidad horaria de las ciencias sociales la cual por motivo de tiempos no alcanza a abarcar a profundidad los currículos de humanidades, aun así se valora, que por lo menos desde lo legal, a la enseñanza en historia se le esté dando un lugar que antes estaba en el olvido y que en últimas nos ha puesto a discutir sobre lo esencial que es no sólo para niños y adolescentes sino también para los adultos.
Es de suma relevancia recordarle a la comunidad estudiantil la importancia de exigir y elaborar junto con sus docentes y directivas una cátedra de historia de calidad y no aquella historia escrita por los vencedores, que lo único meritorio sea memorizar fechas, cifras, personajes y batallas. En un mundo globalizado necesitamos una historia que sea transversal, que sirva para tejer nuestra identidad y fomente la memoria, que nos recuerde los desaciertos de nuestros pasados, ayude a entender el presente y a forjar el futuro. Así, quizás además de las novelas y series de televisión la gente tendría mejores referentes para conocer lo que sucedió en el país, así, quizás una representante de la cámara de nuestro congreso de la república no hubiese argumentado a capa y espada que la masacre de las bananeras es un “mito histórico”.
Franky Arboleda
Editor Comuna 6.