Caminando dificultosamente con el bullicio del tráfico, entre vientos contrariados y el mar de gente que me escuece, percibo lo hastiados que son los tiempos modernos en que vivimos. Ésa es nuestra tragicomedia griega.
Nadie, salvo explotadores destructivos como Donald Trump o arribistas como Hugh Hefner, poseen una auténtica pasión, que por mucho que duela, y aún cuando sus acciones sean notorias, se entregan a lo que hacen sin miramientos y total mesura . Todos los demás están demasiado hundidos en su propia mierda y en la mediocridad que les rodea por todas partes.
En los ochentas la palabra clave era si yo fuera, con los noventas se cambió a lo último y en el nuevo milenio es aparentar. Todo tiene que ser difuso, pasajero y con su correspondiente coartada. Anteriormente la enjundia, la esencia, predominaba sobre todas las cosas; de pronto el estilo lo es todo.
Hoy día todo consiste en simularlo. Y pensar que éramos auténticos. A lo largo de la Historia la gente no hace sino “adaptarse” a lo que tiene, conformarse con lo que no puede y resentirse con lo que el otro disfruta.