— Roma arde —dijo él mientras vacíaba otra copa de ron—, y yo sigo hundido hasta las rodillas de un mar de sinsentidos.
“Agh, no jodás, otra vez...”, pensó ella, “Otra diatriba empapada de ron sobre lo maravilloso de nosotros que era antes…”
…Y sobre como nosotros, pobres almas perdidas, no pudimos nacer para ver a Freddy Mercury o para esnifar coca como los Rolling Stones en el Estudio 54. Parece que todos nos hemos perdido de todo aquello por lo que vale la pena vivir, tal vez llegamos tarde. Y lo peor de todo es que ella estaba de acuerdo con él.
“Y aquí estamos”, pensó ella, “en la cima del mundo, en el borde mismo de la civilización occidental”. Pues todos estamos tan desesperados en sentir y experimentar algo, cualquier cosa, lo que sea; que seguimos chocando unos contra otros, jodiéndonos el camino hasta el final de los tiempos…