Vigilar el poder, mapear el placer y habitar la ciudad

LA TIERRA MEMORABLE

I

Puesto que se es un hombre

no se es grande.

Mas es haber venido aquí tan grande,

que haber creído ser un día

es haber sido.

Ahora hago en verdad esto o aquello,

mas no entiendo muy bien

por qué no soy un hombre que embetuna o hace fila,

que ofrece cursos de inglés o enciclopedias,

algo así,

porqué no sería yo quien ora,

quien ahora muere,

quien intenta ser en esto

o en esto

o en aquello.

Porqué sólo soy quien se pregunta,

quien se deshalla y se descentra,

sólo quien intenta no sabe muy bien qué.

Por qué soy al fin quien soy, si fuera.

Mas fue creer haber sido tan grande,

que sólo haberlo creído es haber sido.

II

Toda poética excluye e

intenta

construir su onanista paraíso.

Lo que mis ojos no vieron

lo vieron otros ojos.

Donde mi corazón no estuvo

otro se exaltó de dicha y de dolor.

Toda poética se ciega a sí misma,

despedaza su sextante,

a sí se siega.

De donde no extrajo nada

mi razón ofuscada por su obsesión de soles,

otro trajo su porción de luz.

Toda poética construye su casa

con ladrillos que también son míos.

¿Por qué entonces hacerla sin ventanas?

Lo que no alcancé a soñar otros lo soñaron,

y mi pasión no fue más alta ni más baja,

sino tan sólo mi pasión.

Toda poética es orín de perro,

límite,

miedo de ser lo que ya se era.

De donde no penetró mi ojo limitado

otros trajeron su fulguración, su chispa.

Allí donde no pensara otros pensaron.

Un alguien que algo supo a mí me hizo saber.

Yo nunca miré solo. Yo nunca miré solo.

Cuando tu muerte se te acerque

no verás sino

tu ojo,

tu ojo,

tu ojo.

Gabriel Jaime Franco (Colombia)