Vigilar el poder, mapear el placer y habitar la ciudad

Contemplar las quebradas de Medellín es encontrarnos ante la complejidad de ordenar un territorio y observar que las autoridades ambientales representan los intereses de los particulares: las industrias, los urbanizadores y los políticos, muy lejos del ciudadano común.

El destino del Río Aburrá y las 340 quebradas que abastecen su cauce se decidió en noviembre de 2018 cuando la Comisión Conjunta, conformada por Corantioquia, Cornare, Área Metropolitana del Valle de Aburrá y las alcaldías de los municipios del afluente, aprobaron por resolución la actualización del Plan de Ordenamiento de la Microcuenca del Río Aburrá (POMCA).

Una tarea aplazada desde 2012 que aún presenta los problemas de trabajar con cartografías desactualizadas, no atender a las 164 observaciones que el Consejo de Cuenca (el órgano de participación ciudadana) realizó sobre el diagnóstico y pasar por alto hechos tan evidentes como el Plan de Ordenamiento Territorial actual de los territorios o la megaobra de Parques del Río Medellín.

Además, el 23 de abril de este año, la Personería de Medellín alertó que solo existen planes de 23 quebradas de las 70 que debe atender la ciudad. Con estos sucesos irregulares comenzó esta investigación en la que encontramos que en Medellín no solamente el agua es lo que huele mal.

Escucha las crónicas de los Invisibles de la quebrada La Presidenta, La Quintana, La Iguaná, Ana Díaz, La Hueso, La Picacha y Santa Elena:

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