Quienquiera que seas, que me tienes ahora en la mano,
si falta una cosa, todo será inútil,
te advierto lealmente antes de que pretendas nada de mí,
yo no soy como tú suponías, sino muy diferente.
¿Quién es aquel que quiere ser mi discípulo?
¿Quién quiere inscribirse como candidato a mi afecto?
La ruta es sospechosa, incierto el resultado, acaso funesto,
tendrás que renunciar a todo, yo sería tu modelo único y
exclusivo,
aún entonces tu noviciado sería largo y agotador,
tendrías que abandonar toda la teoría pasada de tu vida y
toda la conformidad con las vidas que te rodean.
Déjame, pues, no te incomodes, retira tu mano de mi hombro,
déjame y prosigue tu camino.
O bien ensayaremos furtivamente en algún bosque,
o detrás de un peñasco, al aire libre,
(pues en la habitación techada de una casa yo no me muestro,
ni en compañía.
Y en las bibliotecas permanezco mudo como un bausán, o
como si aún no hubiese nacido o como un muerto),
pero quizá a ti sobre una alta colina, habiéndome asegurado
antes de que ninguna persona iba a sorprendernos,
o acaso a ti en el mar, o en la playa del mar, o en una isla
tranquila,
te permitiré posar tus labios en los míos,
con el largo beso del camarada o con el beso del nuevo esposo,
porque yo soy el nuevo esposo y yo soy el camarada.
O, si tú quieres, me insinuaré bajo tu traje,
y sentiré los latidos de tu corazón o descansaré sobre tu cadera, llévame contigo cuando partas, por tierra o por mar;
porque me basta tocarte,
porque así, tocándote, podría dormir dulcemente y ser llevado
por toda la eternidad.
Mas al leer estas hojas te pones en peligro,
porque a estas hojas y a mí no nos comprenderás,
se te escaparán al principio, y más aún después, yo ciertamente
me escaparé de ti,
en el momento mismo en que creyeres haberme asido,
me verías escapar de entre tus manos.
Porque no es por lo que en él he puesto que yo he escrito este
libro,
ni es leyéndolo como penetrarás en su significado,
ni son aquellos que me admiran ni jactanciosamente me alaban,
quienes mejor me conocen,
ni los candidatos a mi amor (salvo, acaso, muy pocos),
saldrán victoriosos,
ni tendrán mis poemas sólo buenos afectos, también tendrán
malos afectos, y quizá más malos que buenos,
pues todo será inútil sin aquello a lo que ya he aludido,
que te esforzarás en adivinarlo muchas veces
sin conseguirlo;
Así, pues, déjame y prosigue tu camino.
WALT WHITMAN (Estados Unidos, 1819 – 1892)