Para adquirir la prudencia, esa aspiración de los filósofos, se debe experimentar el dolor, la vergüenza, la fulminante antipatía. Si no se adopta una meditación que cubra de sabiduría previa nuestras acciones, habremos fracasado en el intento por dejar al mundo algo que valga la pena.
Lo digo porque la idea de seres racionales, tan falsamente difundida, sigue siendo una alarma frente a las bestias de logos que seguimos siendo: incapaces para el amor y la compasión.
Quien entienda esto sabe que no se puede enseñar lo que no se ha vivido; que el conocimiento seguirá siendo una burla y estará lejos de despertar la pretendida conciencia ante los embates de la brutalidad y la ignominiosa devastación que hemos llevado a cabo; que la altura de nuestra miserable comodidad no ha querido aceptar nuestra íntima implicación en los movimientos que procuramos en el tablero de la vida.
Muchos piensan (¿piensan?) que no es prudente seguir, que deberíamos matarnos de una buena vez, aniquilar todo vestigio dejado por nuestra especie. Pero tal “reflexión” no pasa de ser una evasión de nuestros deberes, una finta para obviar el compromiso con la naturaleza, la cultura y todo lo demás que se pueda sumar.
Siempre buscando provecho de cualquier cosa que ocurra, unos pocos nos ponen la ignorancia en la mano y nos seducen para el disparo, para asesinar todo lo que se mueva. Y los que realmente poseen un poco de inteligencia y comprenden los motivos de tal demanda, se quieren matar. ¿No es acaso una irresponsable manera de huir?
El suicidio o el humanicidio total, son opciones que no tienen nada de espectacular. Lo difícil sería sentarnos un momento y ver cómo carecen de fundamento, pues, la vida ha esperado por nosotros y nos ha dado las “herramientas” para continuar y crecer sin la fatalidad que nos pisa los talones. Negar nuestra posibilidad para crear, esa es la desgracia.
Pero se nos hace más fácil hacernos los locos, no reconocer que le debemos una amorosa y respetuosa respuesta a lo que sea que nos haya infundido el valor de vernos y sorprendernos de lo que somos capaces de hacer. Le debemos a la existencia nuestra autodeterminación, un agradecimiento por darnos la libertad para elegir. Y es hora de hacerlo por un bien común. Aunque sea demasiado tarde.
VÍCTOR RAÚL JARAMILLO
Fotografía tomada por Andrea NL, en el BARCELONA METAL FEST (Quindió-Colombia-2019)