Más vale dejar en paz las cosas.
Juan Rulfo
Ante todo, puntualizar sobre el hecho del camino. El sentido de hacer un viaje para sepultar los muertos que nos pesan y hacen de la vida una persecución constante; el impulso íntimo de querer ver el rostro sombrío de los fantasmas; aparición que nos cubre la espalda intentando llegar antes que nosotros y disparar con la voz perdida del pasado. El crimen como compromiso con lo que solemos ser: raza de bestias que se ocultan, estirpe callada en la quijada del tiempo. Un hombre que ha anclado su vida en la tragedia, en la empuñadura asesina de donde se aferra con todos sus dientes. El monólogo de los personajes tejidos por las respuestas del silencio y la ausencia; el encuentro cómplice con un final presentido, buscado. Imagen acompañada de un escabroso destino; circunstancia e ironía de la realidad y su reiterada orfandad. Reflexión de la condición humana: el vacío y su laberinto, el arrepentimiento sin moral, la cercanía sin afecto; testimonio de un objeto práctico que no excede lo estrictamente necesario, la tumultuosa y empecinada soledad. Atacar en el momento justo para sostener ese acercamiento que llega al lugar de partida: la muerte que nos convierte en imágenes borrosas de la memoria.