Vigilar el poder, mapear el placer y habitar la ciudad

David Amen es un hombre curtido en recorrer favelas y trabajar en organizaciones sociales de Río de Janeiro. Hace varios años decidió quedarse instalado en su favela de origen: el Complexo do Alemão.

“(…) nací aquí y estoy aquí hasta el día que dios quiera”

Este conjunto de favelas es uno de los más conocidos de Río, ha tenido una larga historia violenta y ha sido laboratorio para intentar políticas de presencia estatal y pacificación. Allí se hizo la instalación de un cable que prestó servicio durante 5 años, pero que no es funcional para los moradores y que ahora está cerrado y abandonado. Además, en Alemão están unas de las pocas favelas de Río en las que se puede ver policías en las calles haciendo vigilancia bajo un modelo más comunitario que militar. Sin embargo, Alemão tiene aún grandes desafíos de inclusión, paz real y mejoramiento de la calidad de vida de sus moradores, es que los tiroteos siguen siendo cotidianos y el miedo es constante.

“Alemão no era el que usted ve hoy, era diferente, era un Alemão donde la prensa solo llegaba a cubrir muertes y no había proyectos sociales consistentes. Cuando comenzamos era un momento bien turbulento”.

Van a ser 20 años desde que David empezó a desarrollar proyectos culturales en Alemão. Recuerda que un año después de que iniciaran con este proyecto, ocurrió la tragedia del asesinato del periodista Tim Lopes que terminó incrementaron las tensiones con el gobierno especialmente con la seguridad pública. Ahí creció también la motivación de lograr manifestaciones sociales, culturales y artísticas.

David era muy joven, acababa de terminar su servicio militar obligatorio, estaba sin empleo, sus amigos tampoco tenían empleo o a lo sumo eran subempleados y veía personas de su edad muriendo por cuenta del tráfico. En esas condiciones David empezó a buscar la posibilidad de crear un proyecto que permitiera transgredir el orden establecido e impuesto en las favelas a través del trabajo con jóvenes principalmente.

“Eso me volvió esa persona que soy hoy, el día a día y el día a día de la favela y el de los amigos”.

Lo que más le gustó a David, fue haber creado la posibilidad de ser diferente, ser transgresor, inspirar cambios y además, vivir de eso. El Instituto Raízes em Movimento lo fundó con su hermano, amigo y maestro Alan para el desarrollo y ampliación del capital social de las comunidades del Complexo do Alemão. David es el director de comunicaciones y a través del grafiti y las artes visuales busca transformar espacios, llevar mensajes y movilizar.

David no se considera artista, él se considera grafitero porque él lo que quiere es estar en la calle, intervenir el espacio público con un estilo más urbano sin pretensiones ni ideas de comercialización. Dice que hay diferentes lecturas y que alguien valorará como arte algunas piezas, como le pasó a Basquiat cuando nadie consideraba que sus intervenciones en la calle eran arte, hasta que llegó un hombre blanco y se las quiso comprar para galería.

“Ningún grafitero cuando comenzó se consideró artista, sino que alguien, por fuera de la movida del grafiti, lo consideró arte”.

Termina David haciendo una crítica a la contraposición del arte que adquiere su carácter por su capacidad de expresión e incidencia y el arte que adquiere valor según su valor monetario impuesto. Por eso también se sale del rótulo de artista y prefiere pensar en los objetivos simples y elaborados que tiene con su obra que van desde darle vida a un muro y a los espacios por los que circula la gente, hasta la provocación de discusiones y emociones en esas personas.

Aunque David hace murales y utiliza el esténcil para crear campañas en la favela y para hacer crítica social, dice que el 90% de sus intervenciones son bombardear calles con su nombre. El bombing es frecuente en su obra porque es esa transgresión que atraviesa su vida, la misma trasgresión del grafiti que busca ocupar espacios, hacerse visible y llevar la cultura del hip hop a lugares inesperados en rincones profundos de Latinoamérica.

Nos dice que hacer bombing es barato, permite hacer grafiti en mayor cantidad sin tener que pertenecer a un grupo selecto de grafiteros que son invitados a los pocos eventos de grafiti que se hacen en Río y donde se accede a material para rayar. Entonces David lleva su nombre a muchos lugares, a pesar de que no le interesa ser famoso.

Rayando muros coloridos que dicen “Amen” y haciendo murales de personajes -estos sí en blanco y negro- David recorre calles, las habita, las transforma. Estas calles son normalmente calles de favelas en las que fue entendiendo que, a pesar del miedo que genera la violencia criminal y esa lógica de control, es muy importante recorrerlas y circular para apropiarse de los espacios, transformarlos y generar intercambios.

“Mi relación con las favelas es de parentesco (…), me relaciono con las favelas para verlas como un potencial y querer estar siempre desarrollando cosas adentro de ella, sea proyectos sociales, campañas, sean grafitis”.

En el grafiti ha encontrado esa forma de moverse, de recorrer la ciudad y de intervenirla para generar discusiones, pero en la pedagogía del grafiti ha encontrado su mayor forma de incidencia. David da talleres de grafiti a adolescentes de Río y dice que eso le permite intercambiar ideas, historias, hablar de guetos, de negritudes, cultura hip hop.

“Yo soy el educador que lleva historias que no dan en la escuela: yo hablo de Basquiat, de negritudes, de resistencia”.

Finalmente, David habla de Latinoamérica como una región que comparte una historia y que ahora está pasando por momento difíciles. Le preocupa que se esté fragmentando porque la resistencia debe hacerse en la unión y Brasil debe dar ejemplo con el apoyo a la región. A David le parece increíble que en la escuela se enseñe primero inglés antes que español, la lengua que serviría para comunicarse con los vecinos.

“El arte va a servir para provocar, para mejorar relaciones. El arte debe provocar esa unión”.

Llega incluso a imaginar una Latinoamérica autosustentable y con libre circulación por calles y entre territorios, una Latinoamérica sin miedo.

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Fuentes