Vigilar el poder, mapear el placer y habitar la ciudad

El paso del tiempo y la búsqueda de la inmortalidad nutrieron gran parte la escritura de algunos poetas griegos. El adiestramiento formal de una conciencia sana y firme —enmarcada por la valentía en el campo de batalla—, era la pauta para afianzar el estilo íntimo y personal que la lírica griega lograra desarrollar. Entre esa colección de textos perdidos la gran mayoría se deben contar los del impreciso Calino de Éfeso, de quien no se sabe mayor cosa, a excepción de un pequeño fragmento que ha sobrevivido para todos:

Μέχρις τεῦ κατάκεισθε; κότ᾽ ἄλκιμον ἕξετε θυμόν,
ὦ νέοι; οὐδ᾽ αἰδεῖσθ᾽ ἀμφιπερικτίονας
ὧδε λίην μεθιέντες; ἐν εἰρήνηι δὲ δοκεῖτε
ἧσθαι, ἀτὰρ πόλεμος γαῖαν ἅπασαν ἔχει.
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καί τις ἀποθνήισκων ὕστατ᾽ ἀκοντισάτω.
τιμῆέν τε γάρ ἐστι καὶ ἀγλαὸν ἀνδρὶ μάχεσθαι
γῆς πέρι καὶ παίδων κουριδίης τ᾽ ἀλόχου
δυσμενέσιν· θάνατος δὲ τότ᾽ ἔσσεται, ὁκκότε κεν δὴ
 Μοῖραι ἐπικλώσωσ᾽· ἀλλά τις ἰθὺς ἴτω
ἔγχος ἀνασχόμενος καὶ ὑπ᾽ ἀσπίδος ἄλκιμον ἦτορ
 ἔλσας, τὸ πρῶτον μειγνυμένου πολέμου.
οὐ γάρ κως θάνατόν γε φυγεῖν εἱμαρμένον ἐστὶν
 ἄνδρ᾽, οὐδ᾽ εἰ προγόνων ἦι γένος ἀθανάτων
πολλάκι δηϊοτῆτα φυγὼν καὶ δοῦπον ἀκόντων
ἔρχεται, ἐν δ᾽ οἴκωι μοῖρα κίχεν θανάτου.
ἀλλ᾽ ὁ μὲν οὐκ ἔμπης δήμωι φίλος οὐδὲ ποθεινός,
τὸν δ᾽ ὀλίγος στενάχει καὶ μέγας, ἤν τι πάθηι·
λαῶι γὰρ σύμπαντι πόθος κρατερόφρονος ἀνδρὸς
θνήισκοντος, ζώων δ᾽ ἄξιος ἡμιθέων·
ὥσπερ γάρ μιν πύργον ἐν ὀφθαλμοῖσιν ὁρῶσιν
ἔρδει γὰρ πολλῶν ἄξια μοῦνος ἐών.
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¿Hasta cuándo yaceréis? ¿Cuándo tendréis el alma valiente,
oh nuevos? ¿No sentís, de los vecinos, miedo,
así en exceso dejándoos? En paz estimáis encontraros;
con todo eso, la guerra tiene la tierra toda,
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y sus dardos, por último, alguien muriendo arroja.
Pues, para el hombre, honorable es combatir, y magnífico,
por la tierra y los hijos y la mujer legítima,
a los hostes. Será entonces la muerte justo allí, cuando
las Moiras lo hilen. Pero vaya, cada uno, recto,
levantando la lanza y, tras el escudo, el ánimo fuerte
reuniendo, en cuanto el choque comience de la guerra.
Pues no está fijado que el hombre huya en algún modo a la muerte,
aunque linaje sea de abuelos inmortales.
Muchas veces, tras huir la pugna y el fragor de los dardos,
vuelve, y halla en su casa la Moira de la muerte.
Pero éste, sin embargo, no amado ni deseable es al pueblo.
Al otro, si algo sufre, lo lloran chico y grande.
Para toda la gente, pues, del hombre esforzado hay lamento
si muere, y es, si vive, de semidioses digno;
como una torre, pues, lo miran de sus ojos delante,
pues cumple, siendo uno, cosas de muchos dignas.

(Traducción de Rubén Bonifaz Nuño)

¿Qué pensar ahora sobre una búsqueda de la muerte con el único fin de seguir “viviendo”?

El llamado que se hace a los jóvenes para la batalla es un estímulo que los alerta de las bondades de la muerte en la guerra; una cierta axiología expresada con una música natural, cristalina y llena de fuerza. Como ocurre con las palabras que suelen llevarse a la profecía, con las exhortaciones que pretenden un encuentro con la verdad, así se fueron ejerciendo las imágenes de algunos aedos griegos —Arquíloco, Tirteo, y el pretendido Calino, entre ellos— para comunicar a los jóvenes guerreros la virtud y el valor que deberían hacer propios para pervivir en la memoria de su pueblo.

Aunque solo conocemos este trozo de la elegía del poeta griego, se advierte en ella un particular espíritu bélico con el que enfrenta a sus jóvenes lectores, creando una connotación reflejada en un carácter trascendente, cuya intensión es la unificación de los individuos en el orden ciudadano y en el cuidado de la polis. Un llamado a la lucha y a la valentía que debe observar y obedecer todo joven en condiciones de guerra, con el ánimo de proteger a sus co-habitantes de la invasión de los extranjeros.

La contundencia insospechada y no atestiguada de “la obra” de Calino, hace que en el fondo de quienes se pasean por la Grecia antigua buscando un eco de sus voces, rebrote ese aroma a desconsuelo y tristeza de no alcanzar la total extensión de su escritura, pero cuya búsqueda tal vez sea una afirmación de la gloria conquistada con tan solo unas pocas palabras: una alusión a la conspiración de Ares, para lograr el prestigio postmortem que deja evidenciar una extraña alabanza a la vida, a la decisión de pelear cueste lo que cueste, casi a ciegas, para unirse a la dicha de los afamados dioses y alcanzar, qué más da, la vida eterna.

VÍCTOR RAÚL JARAMILLO

Medellín, 6 de octubre de 2020