Donde los otros proponen obras yo no pretendo más que mostrar mi espíritu.
La vida es quemar preguntas.
No concibo una obra separada de la vida.
No quiero la creación separada. Ni concibo el espíritu separado de sí mismo. Cada una de mis obras, cada uno de los proyectos de mí mismo, cada una de las heladas floraciones de mi alma fluye babosamente en mí.
Me reconozco tanto en una carta escrita para explicar el estrechamiento íntimo de mi ser y la insensata castración de mi vida, como en un ensayo exterior a mí, que surge como un engendro indiferente de mi espíritu.
Sufro porque el Espíritu no esté en la Vida y porque la Vida no esté en el espíritu, sufro por el Espíritu-Órgano, por el Espíritu-traducción, o el Espíritu-intimidación-de-las-cosas para hacerlas volver al Espíritu.
Suspendo en la vida este libro, quiero que sea mordido por las cosas exteriores, y sobretodo por los sobresaltos acechantes, por todas las oscilaciones de mi yo por venir.
Todas estas páginas se arrastran como témpanos en el espíritu. Perdonad mi libertad absoluta. Me niego a hacer diferencias entre los minutos de mí mismo. No acepto un espíritu programado.
Es necesario acabar con el Espíritu y con la literatura. El Espíritu y la Vida se comunican en todas sus fases. Quisiera hacer un libro que moleste a los hombres, que sea como una puerta abierta y que los lleve hacia donde ellos jamás consentirían llegar, simplemente una puerta enfrentada con la realidad.
Y esto no es más prefacio a un libro que los poemas que lo jalonan o la enumeración de todas las furias del malestar.
Esto no es más que un témpano mal tragado.
ANTONIN ARTAUD (Francia, 1896 – 1948)