Juego mi vida, cambio mi vida,
de todos modos la llevo perdida.
León de Greiff
Existe una nueva y al parecer revolucionaria forma de hacerse ricos, de generar movimientos mercantiles que nos quitarían el yugo que el sistema nos ha impuesto. Pero no comprendo bien cómo la economía nos ayudaría a “vivir bien”. Quiero decir, a darnos un sentido o una manera más propia de vivir que no esté reflejada en la acumulación o en el solo goce del consumismo sin medida y lo demás que se joda. Es precisamente el influjo del dinero y sus transacciones lo que nos ha llevado al mundo que hoy padecemos. Y para no ser devorados, las alianzas que la moneda dispone son importantes, eso nos hacen ver. Es la necesidad de hacerse a un gran capital lo que mueve a las personas actualmente, casi que la única meta que el sistema resalta son la fama y el dinero, el desmedido placer, a fin de cuentas. Una ilusoria manera de rodar.
La búsqueda, pensaría yo, es una reestructuración de los modelos económicos, la sana distribución de la riqueza mundial para que llegue a un mayor “número” de personas. Hacer que valgan la pena los encarecimientos, o sea, que algo sea encarecidamente cuidado y protegido. El planeta, la humanidad que según algunos es algo para arqueólogos del pensamiento. Una mirada ingenua, claro, pero no veo que el “precio” que nos hace tambalear ofrezca respuestas más “humanas”, por decir algo. Te “a-precio”, de apreciar algo, de tenerlo en buena estima, está por fuera de su peso en oro. Tal vez si retomáramos el “valor” y no lo que las cosas suman en efectivo, tendríamos una posibilidad de salir del atolladero. Pero el sistema no está pensado para eso. De todos modos, lo que se haga para lograrlo, es bienvenido.
Ahora bien, si la política y la economía que la sustenta ven peligros inminentes, seguro la nueva utopía será destruida. El camino es uno mismo, y cada quién decide hasta dónde llegar (si es que lo dejan dar el paso). Pero no sabría si el dinero revolucionario de las nuevas relaciones tecnológicas pudieran aclarar en algo el camino de la “pobreza” en que la vida se ha convertido. Veo en todo esto una nueva forma del adoctrinamiento, una falsa máscara de la libertad, un experimento del mismo sistema y su rastrero modo de operar. Un juego maligno en el que solo unos pocos podrán salir ganadores. ¡Como siempre sucede!
La red aumenta las posibilidades de adquirir lo que nos llame la atención (lo necesitemos o no), la seducción del mercado sabe cómo lograrlo. Pero no hará falta el dinero físico para eso: con solo estar “conectados” será suficiente. Y tal “conexión” tendrá un costo ínfimo. Quien no acepte la oferta estará fuera de toda “competencia”, sin quién respalde sus caprichos. Las fórmulas están dadas para llevarnos a la “vida soñada”, mientras los cuerpos se ahogan en el caldo de las oportunidades. La mente (que parece ser lo que el cerebro produce), tendrá lugar en todo lugar y no sé que tan placentero pueda ser, que tan riesgoso. Los algoritmos son respaldados por el poder y las decisiones de toda hazaña emancipadora, de cada intento por burlar sus bastiones, tendrá contención: no habrá modo de burlar la matriz, a no ser que la matriz enloquezca y sus grietas se hagan visibles. Hay quienes trabajan en ello y otros que los persiguen para darles de baja. Lo mismo de antes en un nuevo escenario.
A menor ambición, mayor riqueza. Y ya se sabe: aprender a vivir con lo mínimo, “cuesta”. Ah, pero salir del círculo de los negocios y no verse expuesto y vivir sin muchas afugias, requiere un poco de liquidez: sin “coins”, la vuelta se pone dura. Ya ven, el endemoniado dinero que subyuga y alivia las penas. ¡Ya les paso mi cuenta!
VÍCTOR RAÚL JARAMILLO
Medellín, 6 de agosto de 2021