Muchas cosas escuchás de lo que es la Comuna 13 de Medellín. Desde las lecciones de historia que mencionan operaciones tales, hasta las notas en periódicos que se centran en la violencia que la inundó durante años. Pero pocas veces te hablan del olor de este barrio. Y es curioso, porque es el único sentido que no podés fingir o experimentar a través de los sentidos de los demás. Para descubrirlo, te toca venir, parchar, subir lomas, y solo así te das cuenta de que hay un aroma particular que define este territorio: el olor a aerosol.
Un olor que, dejó de ser solo una fragancia urbana, y se convirtió en el inicio de un testimonio de la resistencia, la creatividad y la transformación social. Para quienes hemos nacido, vivido y crecido en la comuna, hay algo que sentimos que hace falta que se diga, que se vea, que se huela.
Porque más allá de los estereotipos que intentan reducirnos a una historia de violencia y pobreza, aquí lo que se respira es dignidad manifestada en el arte. ¡En la comuna 13 el arte ha sido la respuesta! Desde hace muchos años, las paredes de la Comuna 13 dejaron de ser estructuras grises de concreto. Se han convertido en lienzos que hablan, que cuentan historias, que dan vida. El grafiti se ha convertido en la forma más poderosa de expresión y con cada trazo de pintura en aerosol, las calles se llenan de voces diversas que no pueden ser silenciadas.
Pero esto no es solo cuestión de estética. Cada mural es una declaración política, un llamado a la resistencia. Los artistas que embellecen las calles no lo hacen solo por amor al arte, lo hacen porque saben que su obra puede cambiar la forma en que la gente ve la comuna, tanto desde adentro como desde afuera. El olor a aerosol, entonces, no es solo el aroma de una lata de pintura; es el aroma de una comunidad que ha encontrado en el arte un refugio y una trinchera.
El proceso de pintar, de llenar cada centímetro de muro con colores y formas, es también un proceso de sanación. Quienes hemos crecido en medio del miedo y la incertidumbre, hemos encontrado en el arte la forma de canalizar la rabia, el dolor, y convertirlo en algo tangible y además, atractivo. En un espacio donde las oportunidades suelen ser limitadas, el arte ha abierto puertas que de otra manera habrían permanecido cerradas.
El arte ha permitido que disminuyamos las angustias de una forma en que ninguna política pública lo ha hecho. Para muchos jóvenes, tomar una lata de aerosol y enfrentar una pared en blanco es su manera de expresar lo que no pueden decir con palabras. El arte les da voz, y a través de esa voz, encuentran una salida a sus frustraciones. Sin embargo, si bien el arte ha sido durante años un canal de resistencia en la Comuna 13, su impacto actual se enfrenta a una nueva realidad que pone en juego el mismo espíritu que lo originó. Lo que alguna vez fue una manifestación pura de lucha y transformación, ha comenzado a ser absorbido por una dinámica que no todos ven con
buenos ojos: el turismo indiscriminado.
La Comuna 13, con sus murales y grafitis, se ha convertido en una parada obligatoria para turistas nacionales e internacionales. El olor a aerosol, que solía estar íntimamente ligado a la resistencia creativa de los jóvenes, ahora se mezcla con los flashes de las cámaras y los recorridos turísticos, “huele a gringo”, como solemos decirle a todo extranjero que recorre las calles. Los visitantes vienen a admirar los colores que relatan la historia de lucha, pero a menudo se marchan sin comprender del todo el peso de esas líneas y colores.
Este turismo ha tenido efectos colaterales. El mismo arte que surgió como respuesta a la violencia, ahora está en riesgo de ser descontextualizado por la demanda turística que explota el simbolismo de sus obras, sin reconocer su verdadero valor. Hemos comenzado a experimentar lo que se conoce como gentrificación. La llegada masiva de turistas y la inversión extranjera están cambiando ell barrio, elevando los precios de la vivienda y desplazando lentamente a familias que han vivido aquí por generaciones. Además, no podemos ignorar el ESCNNA (Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes), una violencia que sigue presente y que se ve alimentada, en parte, por la llegada indiscriminada de turistas.
La falta de control y la desigualdad estructural de la comuna han abierto las puertas a nuevas formas de explotación. La población más vulnerable, aquella misma que ha luchado por reivindicar su identidad a través del arte, se encuentra ahora expuesta a otra cara de la violencia, una que no es tan visible como las balas, pero que lastima de igual manera. Así, el olor a aerosol que representa una lucha genuina por transformar la realidad de la Comuna 13, hoy comparte su espacio con un aroma menos claro, más complejo. El arte, aunque sigue siendo una forma de resistencia, se encuentra atrapado en una paradoja: lo que alguna vez fue una expresión para aliviar las angustias, ahora se enfrenta a ser mercantilizado y diluido por las demandas del mercado turístico y las nuevas violencias que trae consigo.
Por: Laboratorio de comunicaciones Ciudad Morada
Este producto es realizado con recursos públicos priorizados por habitantes de la Comuna 13, a través del Programa de Planeación de Desarrollo Local y Presupuesto Participativo del Distrito de Medellín.