Vigilar el poder, mapear el placer y habitar la ciudad

La Comuna 13 de Medellín ha experimentado una transformación notable en las últimas décadas. Sin embargo, una tradición arraigada en su historia sigue generando debate y controversia: la quema de pólvora. Esta práctica, que se manifiesta de manera más intensa durante las festividades decembrinas en lo que se conoce como “la alborada”, revela un complejo entramado de significados
culturales, sociales y políticos.

La pólvora como símbolo de celebración 

En la Comuna 13, como en muchos otros barrios de Medellín, la pólvora ha sido durante años un elemento fundamental en las celebraciones. El estruendo de los cohetes y las luces de los artificios iluminan las noches, marcando momentos especiales como cumpleaños, partidos de fútbol, fiestas religiosas y, por supuesto, la llegada de la Navidad. Esta práctica se ha convertido en una forma de expresar alegría, de compartir con la comunidad y de reafirmar la identidad local.

La prohibición y sus desafíos

A pesar de su arraigo cultural, la quema de pólvora está estrictamente prohibida en Medellín debido a los riesgos que implica para la salud y la seguridad de las personas. Cada año, numerosos casos de quemaduras, mutilaciones e incluso muertes son atribuidos al uso irresponsable de estos explosivos. Las autoridades locales han implementado diversas campañas para concientizar a la población sobre los peligros de la pólvora y fomentar alternativas más seguras para celebrar. Sin embargo, la prohibición ha encontrado resistencia en algunos sectores de la comunidad. Para muchas personas, renunciar a la pólvora significa renunciar a una parte de su identidad y de sus tradiciones. Además, la venta clandestina de estos productos sigue siendo un problema difícil de erradicar, lo que dificulta el cumplimiento de la ley.

Una de las preocupaciones de las autoridades es que los quemados son observadores. Es decir, no son quienes directamente están manipulando la pólvora. Esto pasó con los tres lesionados de la alborada. Por eso, la recomendación es denunciar a quienes estén utilizando pólvora y guardar distancia”.

En una entrevista con Samuel Ceballos, joven de 19 años que manipula pólvora en la comuna, nos cuenta cómo ha sufrido quemaduras o incluso ha llegado a quemar a otras personas. “Pues, yo sé que obviamente es peligrosa y yo he llegado a tirar cualquier tipo de pólvora. Me acuerdo una vez que me puse a tirar un volador, y esa vez yo no sabía, y no había empezado a jalar y yo lo solté y eso empezó como loco. Me alcancé a quemar un poquito, pero el tema es que si pilla, se metió a una panadería y yo creo que quemó gente y todo”. Samu nos cuenta su

historia mientras se ríe. “Lo que pasa es que mi tío tiene una pequeña plaza y para la familia eso es algo muy normal. Antes, a mí de chinguita me ponían a tirar papeletas, disque para aprender y quitar el asare, si me entiende…”

Los orígenes de la alborada

La alborada, como se conoce a la tradición de quemar pólvora durante la madrugada del 30 de noviembre hasta el amanecer del 1 de diciembre, tiene sus raíces en la compleja historia de Medellín. Según algunos historiadores, esta práctica se popularizó en la ciudad a partir de la desmovilización de grupos paramilitares en la década de 2000. La distribución masiva de pólvora en barrios como la Comuna 13, controlada en ese momento por estos grupos, convirtió a la alborada en un símbolo de poder y territorialidad.

De la tradición a la tragedia

Con el paso del tiempo, la alborada fue perdiendo su significado original y se transformó en una costumbre arraigada en la cultura popular. Sin embargo, esta tradición también trajo consigo consecuencias negativas. La facilidad con la que se conseguía la pólvora y la falta de regulación llevaron a que cada vez más personas, especialmente niños y jóvenes, tuvieran acceso a estos explosivos.

Entrevistamos a Catalina Bustamante, quien habita la comuna hace más de 10 años con sus familiares; ella nos cuenta: “Mi abuelo llenaba una caneca de las que regalaba hace mucho EPM para llenar de agua, las llenaba a tope de pólvora, y todo eso quedaba en la casa de mis abuelos, y allí había muchos chorrillos. Uno de esos lo prendió mi tío y como eso no tenía dirección ni nada, le cayó en el ojo a mi mamá y siempre fue un poco trágica esa reunión. Nos tocó llevarla al hospital, fue un poco traumático y ahora pienso que gracias a Dios, eso no se explotó en la casa porque siempre la dejaban mucho tiempo ahí sellada”.

La manipulación inadecuada de la pólvora ha provocado numerosas tragedias en la Comuna 13 y en otras zonas de Medellín. Cada año, los hospitales reciben a decenas de pacientes con quemaduras graves, muchas de ellas con secuelas permanentes. Estas historias de dolor y sufrimiento ponen de manifiesto los riesgos asociados a esta práctica y la necesidad de buscar alternativas más seguras.

“Entre tanto, esa noche es la que más deja lesionados por quemaduras de toda la época de Navidad. Y afecta, principalmente, a los perros y gatos domésticos y callejeros que entran en crisis nerviosa por el ruido, y a las aves que se desorientan o mueren en medio de su vuelo. Organizaciones animalistas protestan cada año para evitar los fallecimientos de especies que se registran en la alborada”.

La búsqueda de un equilibrio

La pólvora en la Comuna 13 representa un dilema complejo. Por un lado, es una tradición arraigada en la cultura local y forma parte de la identidad de muchos habitantes. Por otro lado, representa un peligro para la salud y la seguridad de las personas. Encontrar un equilibrio entre la preservación de las tradiciones y la protección de la vida es un desafío que requiere el compromiso de todos los actores sociales.

En los últimos años, se han implementado diversas iniciativas para promover alternativas más seguras a la quema de pólvora. Festivales de luces, concursos de dibujos y actividades recreativas son algunas de las opciones que se han ofrecido a la comunidad. Sin embargo, es necesario continuar trabajando en la construcción de una cultura de la prevención y en la promoción de valores como el respeto por la vida y la integridad física.

Por: Laboratorio de comunicaciones Ciudad Morada. 

Este producto es realizado con recursos públicos priorizados por habitantes de la Comuna 13, a través del Programa de Planeación de Desarrollo Local y Presupuesto Participativo del Distrito de Medellín.