Somos unos maricas que siempre nos quejamos de todo (eso me incluye, por supuesto), hartos de todo, hastiados, quejándonos por lo que tenemos y lo que no. Además de una ciudad que odiamos, que fingimos ser el ombligo del mundo, matándonos con drogas de mierda para hacer plantar cara a la sensación de que la “verdadera vida” transcurre en otra parte, conscientes de que lo único que hacemos es alimentar la paranoia y el desencanto, y, pese a ello, somos demasiado apáticos para dejarlo. Porque, por desgracia, no hay nada más que tenga el suficiente interés como para reemplazarlo.