El dios del sueño,
avatares de un universo
que emerge del tiempo.
Aquí en esta noche
que nos arroja al vértigo,
a la sombra que nos ilumina.
Este tiempo que nos constituye,
este tiempo adulto y apenas púber.
Este dios-tiempo que soñamos,
este sueño del dios-tiempo,
este espanto, este río,
este tigre y este fuego
que nos consume,
que nos arroja dramáticamente
a aquél que somos e ignoramos.
Este dios que abstracción impele,
este dios inmediato e indeterminado,
este dios que otros roban
y hacen aparecer como “el verdadero”.
Este dios ya es nuestro,
y vive en la continuación
de una carne obligada:
insomnio,
pirámide y cubo que borran el cosmos
y erigen el caos.
Esta noche de sueños sagrados
donde reconoces el vacío,
donde olvidas tu nombre,
tus juegos, tu sangre.
Este dios del sueño
nos crea mientras lo creamos a él.
Nosotros que lo leemos
y lo inventamos.
Dios-tiempo que somos nosotros
al filo de la eternidad.
En las dos catedrales
oramos y pensamos en su historia.
Incesante espejo que lo atestigua.
Biografía que quiere ser olvidada,
laberinto o cotidianidad
que no deja un hijo
y acrecienta la ceguera,
la vejez, aurora de la muerte.
Este soy yo,
el soñado por un dios,
el otro que es la fatiga
de este espejo inmóvil,
de esta muerte
que no puede contar
la arena innumerable.
Soy el tiempo sucesivo
que sale de lo eterno
para volver allí mismo.
Sueño del tiempo
donde están los que somos.
Soy el que no quiere seguir.
Soy el que desea
morir en cuerpo y alma.
(In the name of the Father…)
Fotografía: Lilian Silva