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Libros del Fuego y las editoriales en la Venezuela del 2019

Por: Casa de las Estrategias y Libros del Fuego

Existe la impresión de que en Venezuela se lee más que en Colombia. Quizás, para ellos, también ocurra lo mismo: puede que esté en el ADN latinoamericano tener ese complejo de inferioridad, sentirse siempre menos que el de al lado. Pero más allá de esa percepción, lo que debe estar presente es que durante décadas Venezuela ha estado trabajando en su industria editorial, forzando oportunidades obligados por la crisis económica y política, que lleva a los emprendimientos culturales de ese país a buscar nuevos territorios.

Dentro de esta crisis se fundó Libros del Fuego, editorial liderada por Alberto Sáez, Rodnei Casares y Juan Mercerón, quienes actualmente la operan desde tres ciudades distintas de Latinoamérica (Medellín, Santiago de Chile y Caracas). Aunque para 2013, año de inicio de operaciones, eran un grupo más grande que se decantó en ellos, Venezuela estaba sumida en una crisis de papel y materiales para imprenta como nunca se había visto en su historia, seis proyectos similares a ellos vieron la luz. Al día de hoy solo dos de ellos mantienen su vigencia, aunque ellos son los únicos que se atrevieron a cruzar sus fronteras para buscar convertirse en un proyecto continental.

Una Latinoamérica imaginada por Libros del Fuego es un territorio que se obliga a ser reflexivo y de constante trabajo, imaginada desde la cotidianidad y lo simple, donde no hay nada de extravagante en pensar y asumir el arte como una poética de vida.

“Salgo del trabajo y voy a la librería, salgo del trabajo y voy a un concierto, salgo del trabajo y voy al cine, salgo del trabajo y me siento a hablar con mi amigo poeta, salgo del trabajo y me voy a mi casa a leer, a escuchar música, a hablar con mi mujer de un libro, a contar una historia en mi cabeza; y después de eso me quedo callado y me pongo a dormir”. El arte como una formar de hacer ciudad y ciudadanos, capaces de establecer un punto de vista o criterio propio gracias a la lectura.

La fórmula para que este proyecto tenga relevancia entre tantos otros que existen actualmente, según sus integrantes, se debe a que son tres puntos de vista distintos que ponen sobre la mesa para que el libro sea un artefacto completo. Juan es diseñador y su aporte busca hacer de la identidad gráfica de la editorial parte fundamental del contenido que halla en el libro, una forma de que los libros sean leídos desde su imagen. Rodnei se define primero que nada como librero y este oficio le ha dado un olfato particular para encontrar esa obra que tenga impacto en el lector, buscando el equilibrio entre lo comercial y lo estético. Para Alberto ocurre algo similar, al haber cursado estudios de Letras en UCV, busca en los manuscritos esa obra que logre mover al lector, ávido de libros buenos.

Para Libros del Fuego, aunque parezca redundante, la lectura es el centro de sus obsesiones como casa editorial. La lectura como una experiencia que enriquezca los sentidos del lector (desde la imagen hasta el contenido), como un oficio capaz de generar contraste y educación, pero no como un efecto moral entre quienes la practican (quien lee puede ser mejor o más sabio que otro), sino como una manera de crear una nueva conciencia colectiva donde todos seamos iguales, entendiendo la distancia de nuestras diferencias de pensamiento. Aprender que la lectura es un oficio que nos forma, incluso, cuando no entendemos nada.

No buscan que sus libros sean objetos de arte. Para nada, “los libros son artefactos que tienen una función puntual, y al tener esa función dejen ser arte. Walter Benjamin ya lo decía en La obra de arte en la época de la reproducibilidad, que para que algo pueda ser considerado arte debía ser único y poseer una esencia que lo hiciera particular. En ese sentido, el libro es un objeto reproducible, lo que hace que pierda esa característica única porque si no deberíamos preguntarnos ¿cuál de esos mil ejemplares impresos podemos considerar la obra? Eso no quiere decir que no puedan ser hermosos, al contrario, con orgullo decimos que nos gusta que nuestros libros sean hermosos. Pero no por eso van a ser arte. El verdadero arte está en el contenido que resguardan”, dice Sáez.

Es un lugar común decir que fundar una editorial independiente es locura quijotesca, pero en esa intención hay cierta filosofía del fracaso, que no es más que una ética del placer. Como Quijotes, a estos tres socios les toca trabajar mucho con la pasión, no buscan hacer libros que no los apasionen y solo quieren construir una red profesional que se vaya apoyando mutuamente, solo por el gusto de la producción de los libros.

De esta forma no han logrado vivir totalmente de la editorial, pero han logrado tener un lugar importante en las ferias de libros del mundo, la confianza de escritores consagrados y -lo que es más importante aún- convertirse en la primera ventana para autores desconocidos.

Es necesario hacer libros y hacer que autores existan más allá de sus fronteras, y esto lo logra Libros del Fuego sin demasiado cálculo.

La pasión es suficiente para estos tres hombres y muchos otros que los acompañan en esa red cómplice de creación. El acuerdo sustancial es crear un proyecto del cual todos puedan sentirse orgullosos, o por lo menos satisfechos.

Alberto remata diciendo, que para el editor es como Odiseo frente al cíclope: nadie, es una figura invisible, tiene movimientos que todo el mundo desconoce para que todo funcione. Pero surge la duda que, para alguien que debe ser invisible y que siempre está dando la cara por un proyecto, ¿cómo busca ser recordado?: “La posteridad es el intento que fuiste, no eso que lograste ser (…). Ese intento es la posteridad”.

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Fuentes

  • Entrevista Alberto Sáez en Caracas septiembre de 2019.
  • http://librosdelfuego.com/
  • Fotografías: medios digitales de la editorial

 

 

 

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