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Jacqueline Goldberg y no ser otra

La poesía de Jacqueline Goldberg es tremendamente directa, no apela a emociones y casi que ni a sensaciones, es un despojo de sentimiento para dejar que el lector decida y vaya al metarelato para encontrar el sentimiento del remitente en sí mismo, algo así como una situación desnuda.

Sentimos al leer toda una situación, un minuto que echa mano de años y siglos y donde se puede sentir todo, pero ella no va a sentir por nosotros. Podemos ser en ella mujeres, madres, señoras, pero nunca frágiles, siempre rotundas, agrietadas como todos, pero completas y sólidas en cada paso o en cada gesto como pocas y pocos.

Nos delata que somos de Medellín, entonces la conversación empieza con la narración de un momento muy significativo para esta venezolana: la invitaron a un colegio de la Comuna 13, y las y los adolescentes habían leído Una Señora con Sombrero y tenían preguntas; su libro estaba fotocopiado ya en muchas manos.

Para ella ha sido una situación feliz que los que ahora están alrededor de los 30 le cuenten que la leyeron en su niñez, o incluso que alguien les leía en su casa uno de sus libros.

Cuando alguien se pone a estudiar la obra de Goldberg descubre que claramente es ante todo una poeta, pero casi que podría ser un poco más famosa con su literatura infantil. ¿Poemas para niños y niñas? Algunos no saben si clasificar algunos de sus libros como poemarios o novelas.

“Nunca pensé que iba a escribir para niños” -nos dice-.

Todo empieza con Una Señora con Sombrero -que luego se pudo haber impreso unas 40 veces-. Ella recuerda que estaba esperando el ascensor con el novio de esa época y cuando el ascensor se abrió revelaba una persona bajo una sábana; él le impidió entrar al ascensor, mientras ella entendía la escena y descubría el carro mortuorio y la urna fúnebre, al bajar en el siguiente viaje.

Esa noche llegó a su casa a escribir como siempre, “sobre lo que me pasa y lo que no me pasa” -nos dice-; y terminó escribiendo sobre el abuelo muerto a sus seis años. Ese fue el comienzo de ese primer libro infantil.

Puede ser que le haya salido el texto con voz de niña, lo cierto es que Monte Ávila Editores la clasificó como literatura infantil y desde entonces ha seguido escribiendo también libros para niños y niñas.

Es raro que el tema intrínseco de un libro infantil sea la muerte, pero Jacqueline no se complica ni le parece un tema vedado, ni es una de sus obsesiones, sólo un tema más que cada quien lo tendrá que tratar cuando le sea necesario -a los 6 o a los 60-.

Goldberg tiene un doctorado y es una mujer muy ilustrada, pero parece que ha preferido una baja exposición y un proceso creativo más que todo solitario y autodidacta. Incluso no quedó del todo clasificada en una clara generación de poetas, unas veces más atrás y otras más adelante.

La identidad sí es algo muy importante para ella: la de Maracaibo y la de Caracas, la judía y esa consciencia histórica del holocausto. Dice tener una identidad “calidoscópica” y disfrutar “esa cosa de estar y no estar”.

“Yo soy Judía, mis abuelos todos supervivientes del holocausto, yo soy de Maracaibo, nunca fuimos judíos religiosos y no estoy casada con un judío; he intentado tener una vida amplia”.

Recuerda que el primer libro que leyó fue de Neruda, tuvo la suerte de que fue uno de los buenos. En una familia de clase media los papás tenían una óptica y era una época donde los niños y niñas caminaban el barrio, y no muy lejos había una papelería: allí compró su primer libro.

Recuerda un cuadro que le daba miedo -de un pintor suicida- toda la vida colgado en la casa de sus papás; se trata de Felisberto Cuevas. También nos habla de una condición médica que le afecta la motricidad y que definió la niña que fue. Una obra hecha mano de pequeños elementos que se vuelven en una constante y está atravesada por eso de lo que no podemos escapar.

“Era una niña muy encerrada, por ese temblor que vieron en el almuerzo, eso me hacía víctima de muchas burlas, entonces estaba muy encerrada y yo empecé a escribir eso por estar encerrada; por una necesidad de expresarme, de gritar, de ser otra”.

Ser y seguir

Jacqueline ha tenido cargos importantes en la cultura y a la fecha de esta entrevista como gerente editorial de La Poeteca (en Caracas), pero no escribe con cálculo y menos como si se pudiera vivir de la poesía.

Hace un chiste, que lo único que le ha dado la poesía son unos chocolates que trajo de Medellín y que comiéndolos con su hijo, este bromeaba diciendo que “no se puede decir que la poesía no dé de comer”.

Pero entonces, se hace muy claro que escribir poesía para ella es una necesidad: “escribir es lo natural”.

“Ya es lo único que hacemos. Algo hay que hacer; ya eso es lo que uno hace: escribir”.

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Fuentes:

  • Entrevista a Jacqueline Goldberg en septiembre de 2019 en Caracas.
  • Latinamerican Literature Today. Tres poemas: Jacqeline Goldberg. Recuperado el 26 de marzo de 2020 en: http://www.latinamericanliteraturetoday.org/es/2020/febrero/tres-poemas-de-jacqueline-goldberg

 

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