Vigilar el poder, mapear el placer y habitar Medellín

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Debe ser la hija”, decían unos. “Más parece su nieta”, replicaban otros. Cada fin de semana los veían pasar de la mano, como quienes saben del amor. Al entrar al hotel, el extranjero sacó de su bolsillo —como siempre— un billete de 100 dólares para pagar la temprana edad de su amante. Una noche entre tantas, ella le devolvió el favor llamando a la policía por consejo de un compañero de colegio: su asesino.

El cuerpo del hombre fue encontrado con un rigor mortis que reflejaba más horror que deseo. En la habitación florecía un olor a gozo contenido, a venganza y rencor.

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