Vigilar el poder, mapear el placer y habitar Medellín

Bajo Manteles

Camino como si todo sucediera, pero como si nada me esperara.
Este mundo se enferma, pero yo ya estoy muerto.
Las gentes se enfrentan a su miseria, se dedican a encontrar un paraíso,
a salirse de esta mierda, a llegar a su fin absoluto; la felicidad.

Hace rato me cansé de ese tal discurso sobre la felicidad.
Venden a las personas un sueño perfecto,
una tierra privilegiada por la tranquilidad, sin despilfarro,
llena de tedio, con el ocio en cenizas y sin el placer oscuro de las calles.
Nos forjan para complacerlos, saber vivir con poco,
temerle a los dioses, nos hicieron creer que eran perfectos.

La verdad, no sabría qué hacer después de las seis de la tarde.
Tendría ojeras inmensas, una sonrisa desalmada,
unos cachetes caídos y una mirada moribunda.
No sabría qué hacer sin cerveza, sin mujeres desnudándose en mi cama,
sin poder mirar mientras se duchan, sin apretar sus tetas,
sin lamer todo su cuerpo.

Este mundo es un infierno, pero es único para mí.
No tengo que pagar por putas, ahora se me regalan.
En mis noches de tristeza no estoy solo, así que gasto menos.
Me puedo masturbar las veces que quiera,
mi soledad tiene su propio espacio.
Mis noches, mis deseos.

Yorkeen

Fotografía: Roy Stuart

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