Cuando yo era pequeña recuerdo haber tomado mi primer café, a mi me lo prohibían porque decían que era muy hiperactiva, pero en realidad simplemente era una niña, y como uno es bien curioso, me decían que se me iban a manchar y a pudrir los dientes; ¿se imaginan?, meterle terror a una niña con la idea de que se le pudran los dientes, yo pensaba que era como la descomposición de las frutas, de las manzanas, de los bananos, de un pan con moho que nos dejaban de tarea en el colegio, hasta llegaba a pensar en cómo se descompone un cuerpo. Hoy día lo sigo imaginando fatal, como si los dientes pudiesen desintegrarse en mi propia boca, pero bueno, yo siempre tuve ideas muy locas.
Cuando yo me atreví a probar el café lo hice a escondidas porque sabía que me iban a regañar, entonces me fui a la cafetería, y cuando los adultos estaban distraídos comiendo arroz con coco, yo me serví un tinto de greca…
…y me quemé la lengua.
Me reí muchísimo! Lo empecé a leer por pura curiosidad y dios, esa cosa de los dientes, ya no puedo contar cuantas veces soñé que mis dientes se pelaban en pedazitos y se quedaban incómodos en la boca como si fueran coco rallado. Es interesante saber que otra persona tuvo una sensación parecida. Sobre lo café mis papás no eran tan cuidadosos lo tomé desde que no me recuerdo. Liiiiiiinda tú historia, me dejaste con un sabor delicioso en la boca.