NAUFRAGIO
Lloró cuando la dije: adiós mi vida;
y al través de las gotas de su llanto,
sus inquietas pupilas parecían
dos góndolas azules naufragando.
HUMANA
Hermosa y sana, en el pasado estío,
murmuraba en mi oído, sin espanto:
“Yo quisiera morirme, amado mío;
más que el mundo me gusta el camposanto”.
Y de fiebre voraz bajo el imperio,
moribunda ayer tarde, me decía:
“No me dejes llevar al cementerio…
Yo no quiero morirme todavía…”
¡Oh, Señor… y qué frágiles nacimos!
¡Y qué variables somos y seremos!
¡Si la tumba está lejos… la pedimos!
¡Pero si cerca está…no la queremos!
ABSTRACCIÓN
A veces melancólico me hundo
en mi noche de escombros y miserias,
y caigo en un silencio tan profundo
que escucho hasta el latir de mis arterias.
Más aún: oigo el paso de la vida
por la sorda caverna de mi cráneo
como un rumor de arroyo sin salida,
como un rumor de río subterráneo.
Entonces presa de pavor y yerto
como un cadáver, mudo y pensativo,
en mi abstracción a descifrar no acierto
Si es que dormido estoy o estoy despierto,
si un muerto soy que sueña que está vivo
o un vivo soy que sueña que está muerto.
JULIO FLÓREZ (Colombia, 1867 – 1924)
Hermosa abstracción. Este poema me recuerda mi escuela primaria donde lo escuché y recite por iniciativa de mi profesor Franco.
Un gran poeta…
El lagarto me miraba, desde la piedra donde se asoleaba.
Y el lagarto me miraba, con sus redondos ojos, ojos sin pestañas, grandes como un plato zopa,
Y quería atrapar el lagarto, me apetecía sus costillares gordos que brillaban al sol, el me miraba saldría corriendo cuándo me le acercara.
Y corte pepinos, lechugas y tomates, y prendí fuego, con leños que traje del río, y el fuego ardía como una fogata, y el lagarto me miraba con sus ojos dé plato.
Y rajé un pan y puse pipinos, lechugas y tomate, haría un emparedado de lagarto.
Y puse la olla vieja en la fogata, haría café, y tomaría café y comería emparedado de lagarto.
Y el lagarto me miraba con sus ojos dé plato.
De la nada salió un perro, y se lanzó al lagarto y este en veloz carrera cayó al río, y me quedé sin lagarto, pero me quedo el perro que me miraba, y más tarde hubo carne para mí emparedado y no era de lagarto.
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Albaro ballesteros.
Poeta colombiano.
D. R. A.
Los poemas de Julio Flórez me recuerdan a Usiacurí, el pequeño pueblo. Quién diría que ese gran hombre se posaría allí por una linda muchacha.